Historiador y cronista del reino de Aragón, Jerónimo Zurita fue
hijo de Miguel Zurita, médico de Cámara del rey Fernando el Católico y del emperador
Carlos V. Alumno en la universidad de Alcalá de Hernán Núñez de Guzmán, el
"Comendador griego", estudió lenguas clásicas y retórica y no descuidó el
aprendizaje del francés, italiano, portugués, y catalán, lenguas que manejaba con
soltura. Además de recibir una completa formación en Humanidades, su carrera, como la del resto de
alumnos complutenses, estaba orientada a formar parte de los cuerpos de élite de la
Administración: en 1530 fue nombrado por Carlos V juez ordinario y foral de la ciudad de
Barbastro y de la villa de Almudévar, continuo de su Real Casa y más tarde baile de la
ciudad de Huesca; gracias al secretario de la Inquisición Juan García, padre de su mujer
Juana García de Oliván, ocupó el cargo de coadjutor en esta secretaría sirviendo como
tal al cardenal Juan Tavera, miembro del Consejo de Estado, inquisidor general y arzobispo
de Toledo; en 1548 ejerció como contador general de la Inquisición en la Corona de
Aragón y en este mismo año inició su trabajo como primer cronista del reino de Aragón.
A partir de entonces comenzó la tarea de búsqueda de documentación para la cual, en
1549, obtuvo las órdenes reales que le franquearon el paso a todos los archivos y
bibliotecas de la Corona. Viajó por España, Italia y los Países Bajos y en ellos se
proveyó de numerosos impresos y manuscritos. En 1566, Felipe II le nombró secretario de
su Consejo y Cámara, así como de la Inquisición y protonotario de los reinos de la
Corona de Aragón. Por su profundo conocimiento y experiencia en la documentación de
archivos fue requerido para la organización del archivo de Simancas. Sus dotes como
bibliófilo no fueron menores: su magnífica biblioteca de impresos y manuscritos, famosa
en volumen y calidad, que había sido legada a su muerte a la cartuja de Aula Dei de
Zaragoza, fue objeto de deseo de algunos nobles como Gaspar de Haro y de Guzmán, el
CondeDuque, que no cejó en su empeño hasta arrebatársela a los frailes para
aumentar la suya propia.
Los Anales de la Corona de Aragón, obra capital de
Zurita -quo viro alium Historicum non habuit Hispania graviorem (Mayans, 58-59)-, que abarcan desde la invasión musulmana hasta el reinado de Fernando el Católico y
en la que trabajó durante treinta años, le impidieron una mayor dedicación a la
Historia Antigua por la que sentía especial interés, como demuestran la colección de
medallas y monedas antiguas que poseía así como el cuaderno de inscripciones procedentes
de todos los puntos de Hispania, fruto del intercambio de información sobre
epigrafía, numismática y topografía antigua con una extensa red de humanistas -entre
ellos el inquisidor Martín Pérez de Oliván, Antonio Agustín, Juan Fernández Franco, Honorato Juan, Ginés de
Sepúlveda, Ambrosio de Morales, Florián
de Ocampo o Andrés Resende- que, junto con otros papeles suyos, constituyeron el
núcleo inicial del Codex Valentinus (Madrid, Biblioteca Nacional ms. 3610), el
cual perteneció, a principios del siglo XVII, a Gaspar Galcerán de Castro, Conde de
Guimerá.
Algunas de las copias de inscripciones que están en el Codex
Valentinus son resultado de autopsias personales de Zurita, en viajes de los que no
siempre conocemos la fecha, a partir de lecturas que ya le habían enviado o había
conocido previamente. Así sabemos que él mismo verificó textos en Peñalba de Castro
recibidos de Florián de Ocampo y añadió sus autopsias directas de otras tantas
inscripciones que vio en ese mismo viaje realizado en torno a 1548, entre ellas, algunos
miliarios de la calzada romana de Uxama a Soria, así como diversas
inscripciones romanas de Numantia y Uxama que le permitieron identificar Augustobriga con Muro de Ágreda (Soria). También se conoce la fecha de su viaje a Italia, 1550, en el
que copió inscripciones en Nápoles y Puteoli y en el que se entrevistó en Roma con
algunos humanistas españoles como Antonio Agustín, Luis de Lucena y Juan Páez. No
podemos determinar, sin embargo, el de un viaje a Andalucía en el cual visitó Córdoba,
donde pudo comprobar inscripciones, que había recibido de su círculo de amigos, entre
ellas una (CIL II 2301) de Juan Fernández Franco sobre la que anotó "yo vi esta
piedra y no esta como aqui dice sino assi". También comprobó los miliarios que
habían aparecido al principio de la década de los 30 en el Patio de los Naranjos de la
mezquita (CIL II 4701 y 4712). En la misma época pudo haber estado en Alcolea del Río y
Peñaflor de donde obtuvo algunos textos. De una estancia en Barcelona se conserva, entre
sus papeles, la copia anotada por él del texto de un pedestal (CIL II 4514) sobre el que
consulta a Antonio Agustín (Dormer, 403). A través de su correspondencia tenemos
constancia de su paso por Valencia, en 1560, fecha en la que quizá pudo conseguir
inscripciones de dicha localidad. Asimismo es muy probable que hubiera visitado en Segobriga el "delubro de Diana" (cf. Dormer, 425).
Testimonio de su afición a la epigrafía y otros temas de la
Antigüedad son las palabras que en una carta fechada en 1548 escribió a Juan Páez de
Castro: "bien se que cuando yo vaya hallare a V.M. con gran riqueza de libros y
inscripciones de nuestra España, yo procurare paria facere, para que cuando nos
veamos, placiendo a Dios lo confiramos y passemos la vejez desnudamente, que todo esto de
letras me parece que es viatico para toda la vida, pero mas necesario para la vejez"
(Dormer, 480). De la escrupulosidad de sus copias son buena prueba las anotaciones
marginales de sus schedae en las que corrige los textos, o, sus dibujos que
demuestran la pericia, la calidad y la objetividad de Zurita que, si como historiador es
modélico en cuanto al respeto a las fuentes, en lo que respecta a la epigrafía, no lo es
menor como evidencia el intercambio epistolar que mantiene con Antonio Agustín hasta
cinco meses antes de su muerte sobre cuestiones epigráficas: desde Lérida (años
1564-1577) escribe Agustín (Dormer, 391) a Zurita sobre la inscripción del conde Wifredo
de la iglesia de San Pablo del Campo. Desde la misma ciudad le envía la copia de un
senado consulto (Dormer, 394) y le comenta el texto de una inscripción de Barcelona (CIL
II 4514). Desde Barcelona (Dormer, 395-396) vuelve sobre esta última inscripción y le
comenta acerca de otra (CIL II 4546). También las inscripciones de la ciudad de Roma como
la de la columna rostrata, son objeto de consulta (Dormer, 399-400). Su aportación a la
epigrafía complutense, sin embargo, se reduce exclusivamente a que gracias a sus papeles
del Codex Valentinus no se han perdido las inscripciones complutenses del Libro de
Florián de Ocampo así como dos dibujos de J. Fernández Franco de dos inscripciones
perdidas.
A pesar de que la pericia de Zurita es reconocida por sus
sucesores (qui multiplici rerum cognitioni adjunxit summam Antiquitatis peritiam Mayans, ibidem), los trabajos relativos a la Antigüedad que abordó apenas
transcendieron. Así su tratado, escrito poco antes de su muerte, sobre los límites de la
Cantabria romana no se editó hasta 1683; sus enmiendas y anotaciones a diversas obras y
autores antiguos -entre ellos Julio César, Cicerón, Salustio, Claudiano y Plinio-
permanecieron manuscritas. Pero como se desprende de su correspondencia con diversos
eruditos, a Zurita le atraía, especialmente, el estudio de las calzadas y la topografía
antigua y fruto de ello fue su Itinerario de Antonino (Itinerarium Antonini Augusti...
quorum hoc nunc primum est editum, Coloniae Agrippinae, in officina Birckmannica
sumptibus Arnoldi Mylii, 1600) de cuya edición se encargó el humanista Andreas Schott,
quien, además, por encargo de su hijo, compuso también el epitafio destinado a la tumba
del cronista en el monasterio zaragozano de Santa Engracia.
HIERONYMO SVRITAE
MICHAELIS F. GABRIELIS N. CAESARAV-
GVSTANO HISTORIAE ARAGONIAE
DILIGENTISSIMO, ATQVE ELECTO SCRIPTORI
PATRI B. M. HIERONYMOS F. POSVIT.
VIXIT ANNOS LXVII. MENSES XI.
OBIIT CAESARAVGVSTAE
III NON. NOVEMB. MDLXXX.
© H. Gimeno Pascual
|
|
|
|
Jerónimo Zurita |
|
|
|
BIBLIOGRAFÍA: J. Zurita, Cantabria, descripción de sus verdaderos
límites, estudio preliminar por J. M. Iglesias Gil, Santander, 2000; G. Mayans i
Siscar, Introductio ad veterum inscriptionum historiam litterariam, ed. de L. Abad
y J. M. Abascal, Madrid, 1999, 58-59; D. Dormer, Progresos de la Historia en el Reyno
de Aragón y elogios de Gerónimo Zurita su primer coronista, Zaragoza 1680; F.
Latassa y Ortín, Biblioteca nueva de los escritores aragoneses que florecieron desde
el año de 1600 hasta 1640, Pamplona, v. I, Pamplona 1798, 354-373; A. Canellas
López, Gerónimo Zurita y Castro, en: Gran Enciclopedia Aragonesa XII, 3426 (ed.
1984); F. Solano, Jerónimo Zurita, en: Jerónimo Zurita su época y su escuela (Congreso Nacional), Zaragoza (1983) 1986, 23-52; H. Gimeno Pascual, Historia de la
investigación epigráfica en España en los siglos XVI y XVII a la luz del recuperado
manuscrito del Conde de Guimerá, Zaragoza, 1997; E. Baquedano - C. Caballero, Eduardo
Saavedra: Un espíritu renacentista en: Eduardo Saavedra, Descripción de la Via Romana
entre Uxama y Augustobriga, Soria, 2000, 20.
|