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CORPVS INSCRIPTIONVM LATINARVM II
    
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FLORIÁN DE OCAMPO
(Florián Docampo; Florianus do Campo; Florianus Campensis;
Zamora, 1499?-1558?)
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Cuando en 1539 Florián de Ocampo fuera nombrado cronista de Carlos V a petición de las Cortes, ya los monarcas de los reinos hispanos que habían precedido al emperador, conocedores de la importante función que podía tener el pasado que, a la par que ilustraba las hazañas y hechos pretéritos, proporcionaba prestigio a la monarquía y consolidaba sus derechos al trono, habían encomendado la elaboración de las historias de sus reinos a personalidades que, en ocasiones, habían sido de origen italiano; entre éstos no faltaría quien, por iniciativa propia, dedicaría su obra a los monarcas hispanos como Giovanni Annio de Viterbo a los Reyes Católicos. La elección de italianos se debía, entre otras razones, a su mayor facilidad para escribir en latín, la "lingua franca" preferida en dichas ediciones por la proyección que se pretendía dar fuera de sus fronteras a la historia de los distintos reinos peninsulares, muy mal conocida en Europa. La reacción de los intelectuales hispanos no se haría esperar y pronto se levantaron voces contra ellos acusándolos de haberse burlado de los españoles en sus historias y, aunque esto fuera cierto, no menos real era la ausencia de escritores que escribiesen en un latín correcto. La reina Isabel había tenido el firme propósito de corregir esta carencia y encomendó a Antonio de Nebrija (1441-1522), el "debelador de la barbarie", la composición de una gramática latina, que se vería complementada por el diccionario latino-español, así como vocabularios de términos geográficos y nombres antiguos. Pero también el castellano parecía atravesar una situación semejante a tenor de las quejas del mismo Nebrija por lo que, con gran sentido práctico, compuso también una Gramática Castellana, en cuya introducción equipara el valor de las lenguas vernáculas con el del latín para la narración histórica y expone los motivos por los que recomienda la utilización del castellano en la misma: Y porque mi pensamiento e gana siempre fue engrandecer las cosas de esta nacion e dar a los hombres de mi lengua obras en que mejor puedan emplear su ocio; que agora lo gastan leyendo novelas o istorias envueltas en mil mentiras e errores, acorde ante todas las otras cosas reduzir en artificio este nuestro lenguaje castellano, para que lo que agora e de aqui adelante en el se escriviese pueda quedar en un tenor, e entenderse en toda la duracion de los tiempos que esta por venir. Como vemos que se a hecho en la lengua griega e latina, las cuales por aver estado debaxo de arte, aun que sobre ellas an passado muchos siglos, todavia quedan en una uniformidad. Porque si otro tanto no se haze como en aquellas, en vano vuestros cronistas e istoriadores escriven e encomiendan a inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos, e nosotros tentamos de passar en castellano las cosas peregrinas e estrañas, pues que aqueste no puede ser sino negocio de pocos años. Y sera necessaria una o dos cosas, o que la memoria de vuestras hazañas perezca con la lengua, o que ande peregrinando por las naciones estrangeras, pues que no tiene propia casa en que pueda morar... Y seguirse a otro no menos provecho que aqueste a los ombres de nuestra lengua, que querran estudiar la gramatica del latin. Porque despues que sintieren bien el arte del castellano, lo cual no sera mui dificil porque es sobre la lengua que ia ellos sienten, cuando passaren al latin no avra cosa tan escura, que no se les haga mui ligera: maiormente entreveniendo aquel arte de la gramatica que me mando hazer vuestra alteza contraponiendo linea por linea el romance al latin. Por la cual forma de enseñar no seria maravilla saber la gramatica latina no digo io en pocos meses, mas aun en pocos dias, e mucho mejor que hasta aqui se deprendia en muchos años. (A. de Nebrija, Gramatica de la Lengua Castellana, Salamanca 1492, 6-7). Nebrija aún alcanzaría a ver el nombramiento de Carlos, nieto de los Reyes Católicos, como rey de España (1517), un rey que desconocía la lengua de sus súbditos, pero que quiso hacer realidad las recomendaciones del Maestro: Carlos además de aprender el castellano lo potenció hasta el punto de pretender que se convirtiera en la lengua de las relaciones internacionales.

Florián de Ocampo, nacido en Zamora en una fecha imprecisa en torno a principios del siglo XVI, había acudido a Alcalá de Henares, en 1521, acompañando en calidad de secretario al obispo de su ciudad natal, el comunero Antonio de Acuña, para que la ciudad se sumase a la rebelión. Cuando Acuña se vio obligado a abandonar la ciudad Ocampo permaneció en ella a las ordenes de otro destacado comunero, el rector de su Universidad Juan de Hontañón. La estancia de Ocampo junto a Nebrija en la universidad complutense, sin duda fue muy provechosa para su aprendizaje de la arqueología: las inquietudes de Nebrija por el pasado de Hispania le habían llevado a elaborar unas Antigüedades de España de las que, por desgracia, apenas se conservan las primeras páginas. Además fue el primero en describir algunos monumentos antiguos como el puente de Alcántara, la vía de la Plata o las ruinas de Mérida y de los más tempranos autores hispanos que utilizaron la epigrafía para abordar el estudio de la geografía e historia antiguas. Su denuncia sobre las novelas o istorias envueltas en mil mentiras e errores, que abundaban en las crónicas medievales, unida a las invenciones que circulaban por Europa sobre la historia antigua de España difundidas por italianos como Annio de Viterbo, sirvieron de estímulo para que el nombramiento de cronistas del reino acabará por institucionalizarse y financiarse por la corona. El cargo otorgaba gran prestigio y quienes lo ejercían se convertían en "autoridades" en la materia.

Fue Florián de Ocampo uno de los primeros cronistas de Carlos V y a él le fue encomendada la redacción, en castellano, de La Crónica general de España; cuyos primeros cuatro libros salieron a la luz en Zamora, en 1543. Diez años más tarde se publicó un quinto libro en Medina del Campo. La obra inconclusa sería continuada por Ambrosio de Morales, bajo los auspicios del rey Felipe II. Los libros confeccionados por Ocampo llegan hasta el periodo romano; en ellos recurre a invenciones salidas de su pluma -como el autor fingido Julián Lucas- y, en ocasiones, acepta las de cronistas anteriores españoles o italianos. Esto ya fue denunciado por Andreas Schott quien le acusa de haber difundido las ficciones de Annio de Viterbo (verum enim vero ut in Chronicis mire deceptus est Ocampius per Berosium praeterasque supposittios libellos Annii Viterbiensi, sic et qui Historiam eius pertexit, apud Mayans 1999, 64-65), sin embargo no carecería de seguidores tanto en su siglo como en los siguientes. Tampoco le faltaron escrúpulos a la hora de utilizar las inscripciones manifiestamente espúreas que, según los humanistas españoles, había fabricado Ciriaco de Ancona y cuyos textos confirmaban acontecimientos, personajes, héroes o dioses por regla general relativos a la época de la conquista romana. Las críticas le vinieron ya por parte de su continuador Ambrosio de Morales: Y no le mueva a nadie el aver affirmado Florian de Oca(m)po en el capitulo treynta y dos de su quinto libro, que la Aurigi antigua es nuestra Arjona de agora, prova(n)dolo co(n) dos piedras que el alli puso. La primera es aquella de Marco Fabio Probo, que esta en Jaen, y no en Arjona, y esto puedo yo certificar, por aver estado en ambos lugares, y mirado con diligencia las piedras que ay. La otra ta(m)poco no esta en Arjona, y esta errada, porque el nombre del muerto se dize alli Quinto Fabio Ficulno, y es Quinto Fabio Florino el de la otra piedra de Jaen. Assi que Florian fue engañado, que le dixeron estar aquellas piedras, estando en Jaen y le diero(n) la una errada en el nombre propio. Y el mismo muestra alli claramente, como no las vio el, ni estuvo en aquellos lugares, sino que le dieron las piedras (Las Antigüedades de las ciudades de España, Alcala de Henares, 1585, 74 v.; cf. Mayans 1999, 29). Mayans se mostró aún más duro y le acusó de mentiroso: Florianus Campensis, qui anno 1552 edidit quatuor libros Chronici Generalis Hispaniae (quos solum ad manus habeo) Lib. IV. cap. 37 in fine gloriatur se dum per Hispaniam iter perageret, vidisse magnam partem inscriptionum quas collegerat Cyriacus Anconitanus: quo splendidissimo mendacio fidem nam elevavit ... (Mayans 1999, 50). Si bien es cierto que muchas de las inscripciones atribuidas a Ciriaco nunca habrán existido, no menos cierto es que Ocampo asegura haber copiado algunos de sus textos muy "depravados" en Alemania, entre ellos las inscripciones del puente de Alcántara, por lo que se vería obligado a cotejarlos personalmente (Gimeno 1997, 223).

Este descrédito de la historiografía hacia Ocampo -igual que ocurre en el caso del cronista contemporáneo suyo Lorenzo de Padilla- no deja de ser injusto por lo que atañe a la Epigrafía, sobre todo si tenemos en cuenta que algunos de los que le desacreditaron cayeron en la misma trampa como, sin ir más lejos, el propio Morales. Pero todavía es más grave la injusticia porque, probablemente con vistas a la redacción de la parte correspondiente a Roma en la península, Florián de Ocampo había compuesto una sylloge de más de doscientas cincuenta inscripciones de Hispania agrupadas según las antiguas provincias, que se ha transmitido a través de la copia realizada por Honorato Juan del libro de inscripciones quem manu Floriani Docampi habet H. Surita (apud Gimeno 1997, 23) y que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 3610) en un códice denominado Codex Valentinus por E. Hübner. Esta sylloge contiene textos que entroncan por un lado con las tradiciones más antiguas de textos epigráficos hispanos pero por otro con aquéllas que, a mediados del siglo XVI, se difundieron a partir del humanista y amigo de Antonio Agustín, Jean Matal (I. Metellus) y del anticuario Jacobo Strada. Distinguir qué textos de su colección pueden haber sido autopsias suyas o no es difícil, pero algunas inscripciones sí fueron descritas de visu por él, como las rupestres dedicadas a Diana en Segóbriga. Tampoco es posible saber si las frecuentes interpolaciones -quizá mejor dicho "glosas" de los textos, uno de los graves defectos de la época que, debido a un desmedido afán por restituir y explicar los textos, a veces los transformaban en auténticos monstruos- de que adolece la colección son obra del mismo Ocampo o no.

Hübner atribuyó a Ocampo otro manuscrito anónimo de la misma biblioteca (B.N., ms. 5973), una miscelánea, que además de inscripciones romanas contiene poemas renacentistas. Sin embargo, varios factores, entre ellos, algunas de las fechas que figuran en él, muy avanzadas dentro del siglo XVI, desaconsejan dicha atribución. Sea quien fuere el autor, el valor de este manuscrito para la epigrafía hispana es grande pues se trata de una fuente que coteja lecturas de las inscripciones con los originales o las describe directamente. En él se encuentran descritas dos de Complutum (CIL II 3038. 3040), hoy perdidas, que se hallaron juntas cuando se excavaba un pozo; da fe de que fueron vistas y descritas por el anónimo autor la observación que hace sobre dos líneas de la primera de ellas que no pudo leer: sunt hic et duo alii versiculi litteris parvulis, sed quae non possunt legi.

Estas mismas inscripciones, más otra (CIL II 3034), se encuentran en el Libro de Ocampo y son asimismo autopsia de las piezas aunque de tradición diversa a la anterior. Gracias a Ocampo sabemos que la segunda, con toda seguridad una estela, estaba decorada en la parte superior con una roseta inscrita en círculo con dos escuadras a ambos lados. No es descabellado pensar que Ocampo hubiera copiado estas inscripciones en Complutum en su época de estudiante como tampoco lo es que algunos de esos textos que proceden de tradiciones anteriores a él en su sylloge los hubiera recibido de Nebrija, porque es más que probable que el Maestro hubiera formado una colección de textos epigráficos para su obra sobre las Antigüedades de Hispania dedicada a la reina Isabel: ¿qué otras antigüedades esperaríamos salvo inscripciones o, en todo caso, monedas?

Anotaba J. Matal en su ejemplar del libro de J. Mazochio: Florianus Ocampus, qui historiam Hispaniae scripsit, dicitur omnes Hispaniae inscriptiones in unum volumen congesisse (apud CIL II p. XIII). Honorato Juan hizo posible que no se quedara en un rumor infundado.

 
 
firma
 
Inscripción 019 026 025
CIL II 3038 | 30403034
  BIBLIOGRAFÍA: E. Hübner, CIL II p. XIII. - G. Cirot, Les Histoires générales d’Espagne entre Alphonse X et Phelippe II (1284-1556), [en] Études sur l’historiographie espagnole, Bordeaux - París 1905. - G. Cirot, Florián de Ocampo, Bulletin Hispanique, tomo XV, 353; tomo XVI, 307. - H. Gimeno Pascual, Historia de la investigación epigráfica en España en los siglo XVI y XVII, Zaragoza 1997. – F. Wulf Alonso, Andalucía antigua en la historiografía española (XVI-XIX), Ariadna 10, 1992, 9-32. - G. Mayans, Introductio ad veterum inscriptonum historiam litterariam, L. Abad y J. M. Abascal (eds.), Madrid 1999. - M. Alvar, Carlos V y la lengua española [en]: Nebrija y estudios sobre la Edad de Oro, Madrid 1997, 169-188.
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