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Las más de cien inscripciones de Lusitania que alberga el Museo empezaron a ingresar ya desde el mismo momento de su creación por la reina Isabel II, en 1867, cuando se instaló en el edificio del Casino de la Reina, en el paseo de Embajadores. En cumplimento del Real Decreto que lo fundaba, el Museo de Antigüedades que había pertenecido a la Corona, con otras adiciones posteriores y cuyos fondos se conservaban en la Biblioteca Nacional, formó parte del fondo fundacional. Entre estos objetos se hallaba una inscripción de Baños de Montemayor (inv. 16489). Poco después llegaron piezas emeritenses donadas por el vicepresidente de la Subcomisión de Monumentos de Mérida (Exp. 1868/33), Luis de Mendoza. Entre ellas, un "cipo de mármol blanco enriquecido de bellos relieves", que no podemos identificar con esta descripción. En 1880 (Exp. 1880/14) hubo otra importante remesa de epígrafes de Mérida enviados por Alonso Pacheco y Blanes, procedentes de las excavaciones practicadas en Mérida por la Subcomisión de Monumentos, en la que es posible que viniera el ara de Cibeles (inv. 16514); además un "cipo de mármol blanco con bajorelieves de escaso valor e inscripción", la lápida de Mummia Prospera (inv. 16646), y la de Alfidia Athenais (inv. 16495). Otra pieza magnífica correspondiente a dicho ingreso es el pedestal consagrado a Júpiter en honor del lanciense transcudano Marcus Arrius Reburrus por sus padres, que se reutilizó para capitel en el siglo IV (inv. 38397). Pocos meses antes de morir, en agosto de 1903, Angela Apolonia Pérez de Barradas y Bernuy, I duquesa de Denia, hija del marqués de Peñaflor, hizo donación de nueve inscripciones (inv. 20217-20225) que estaban en su castillo de Las Navas del Marqués (Ávila), una de ellas de Cápera (inv. 20222). Un pequeño pedestal dedicado al emperador Tito (inv. 38377) fue depositado por la Academia de la Historia en 1907. En 1930 ingresaron, por compra al librero barcelonés Rafael Casulleras, parte de la colección del marqués de Monsalud (Exp. 1930/95), el grupo más nutrido de inscripciones emeritenses (inv. 34442, inv. 34449-34451, 34453-34455, 34457-34489; 38368; 57769-57779) - más uno de los togados (inv. 34431) descubiertos en la calle Sagasta-, y otras piezas no emeritenses, como una de Alange (Badajoz; inv. 57783), más otra de Torremegía (Badajoz; inv. 38301), que, sin embargo, ingresó por donación de M. Gómez Moreno en 1945; en total, en torno a cincuenta epígrafes. Las entradas posteriores de inscripciones emeritenses fueron pocas: hay que destacar que en 1951 por orden ministerial el Museo de Mérida remitió la parte superior de la placa funeraria de Marcella (inv. 57769), con el epitafio de Florentia, después de que J. M. de Navascués se diera cuenta de que se trataba de dos partes de una única pieza; con ella llegó también un jarro (inv. 62302) que se halló en el sepulcro. La última inscripción emeritense que entró a formar parte de los fondos del Museo fue el año 1962 ( inv. 1962/34/1544). Otro aumento importante de inscripciones lusitanas, unas dieciséis que corresponden a la provincia de Toledo, se produjo en 1969 con la adquisición de la colección que fuera del erudito talaverano L. Jiménez de la Llave (Exp. 1969/14), muchas de las cuales habían ido a parar a Oropesa a casa del boticario Platón Páramo. Con ella entraron inscripciones de Talavera de la Reina y otros pueblos de Toledo, como Buenas Bodas y Nava de Ricomalillo. De las excavaciones realizadas por L. Caballero Zoreda en la basílica paleocristiana de La Magdalena (Alconétar) procede una placa que fue reutilizada para labrar una cruz (inv. 1970/93/4/19); otras piezas fueron adquiridas o donadas por particulares como las del coleccionista extremeño E. Ezquer ( inv. 1983/135/1). Las inscripciones proceden de Extremadura y de la provincias de Toledo: Aceuchal, Alange, Mérida, Torremejía; Alconétar, Cápera, Baños de Montemayor; Buenasbodas, Nava de Ricomalillo, Navalmoralejo, Talavera de la Reina y Valdeverdeja. Sus tipos son representativos de la diversidad de soportes, materiales y formularios de Lusitania: desde las piezas de un mármol de calidad salidas de los talleres de la capital de la provincia hasta los rudos monumentos de granito de la zona de Talavera que se utilizaron en Caesarobriga. Aunque el grueso de la Lusitania antigua corresponde al territorio portugués, también en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se conservan una serie de inscripciones importantes e incluso emblemáticas de esa provincia, como pueden ser dos ejemplares del llamado "tipo emeritense" con retratos (inv. 1962/34/1544, inv. 34442), altares ricamente decorados como el dedicado por un médico a Venus Victrix (inv. 20220), o el dedicado a Cibeles en el que la dedicante para conmemorar su aniversario ofrece un tauribolio a la diosa (inv. 16514). Bien representada está también la epigrafía cristiana emeritense con sus características placas de mármol en las que el campo epigráfico está delimitado por una láurea (inv. 57769). De Caesarobriga destacan el pedestal de mármol de Domitia Proculina, una de las pocas flamínicas de la provincia Lusitana, así como las estelas de granito a veces decoradas (inv. 69/14/12) y una cupa (inv. 69/14/17) de este mismo material; también de granito es un ara dedicada a las ninfas procedente del balneario de Baños de Montemayor (inv. 16489). Bibliografía: J. de Dios de la Rada y Delgado, Noticia
histórico-descriptiva del Museo Arqueológico Nacional, Madrid 1876; J. M.
Navascués, Colección de Antigüedades que pertenecieron al Marqués de Monsalud,
Madrid 1933; C. M. del Rivero, El lapidario del Museo Arqueológico de Madrid.
Catálogo ilustrado de las inscripciones latinas (Anales de la Universidad de
Valladolid), Madrid 1933; M. Almagro Basch, Antigüedades de Mérida en el Museo
Arqueológico Nacional, Actas del bimilenario de Mérida (Mérida 1975), Madrid
1976, 127-139
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