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CORPVS INSCRIPTIONVM LATINARVM II
    
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JOAQUÍN Mª DE NAVASCUÉS
(Zaragoza, 1900 - Madrid, 1975)
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Discípulo de Manuel Gómez Moreno, Joaquín María de Navascués y de Juan por el poder inherente a los cargos que ocupó fue uno de los representantes y responsables oficiales del patrimonio arqueológico y artístico más influyentes en el periodo posterior a la Guerra Civil a partir de que, en 1940, fuera nombrado Inspector Nacional de Museos. Inició su carrera funcionarial, que alternaría con sus investigaciones en Epigrafía y Numismática, en 1921. En dicho año ingresó en el Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos y se hizo cargo de la dirección del Museo de Córdoba entre 1925 y 1929; en este último año fue nombrado director del Museo de Tarragona en el que permaneció muy poco tiempo pues, e n 1930, se trasladó a Madrid para ocupar una plaza de conservador en el Museo Arqueológico Nacional, donde a la sazón ejercía de director Francisco de P. Álvarez-Osorio y Farfán de los Godos. Coincidió ese año con la compra de la colección del Marqués de Monsalud, que sería objeto de uno de los primeros trabajos de Navascués (Navascués 1930).

Durante la Guerra Civil, obligado a permanecer en Madrid, rechazó la reposición en su cargo en el Museo, que le ofrecía el gobierno republicano prefiriendo la miseria y persecución (según testimonio de I. Niño Mas en el expediente de depuración de Navascués con fecha 30/4/1940; Archivo General de la Administración [=AGA] 31/6057). Gracias a la ayuda de la embajada de Rumania fue liberado de la cárcel madrileña, donde había sido recluido entre los meses de octubre de 1936 y enero de 1937, y consiguió llegar a Zaragoza; allí pidió su incorporación en el servicio militar de Defensa del Patrimonio Artístico del Ejército Nacional, en el que fue admitido con el cargo de alférez. Acabada la contienda se reincorporó al Museo Arqueológico y fue nombrado por el Ministerio comisario de una exposición temporal -el llamado "Museo breve" (1941-1942)- en la que se exhibieron, antes de ser devueltas a sus lugares de origen, las piezas de diversos museos regionales que habían sido depositadas en él durante la Guerra Civil. Por estas fechas redactó las Instrucciones de Museos (en vigor oficialmente desde 1942), instrumento que fue fundamental para la normalización en la catalogación e inventario de las piezas de los Museos españoles. En 1952 fue nombrado director del Museo Arqueológico Nacional, cargo que ocupó hasta 1967. Además de realizar algunas prospecciones arqueológicas en colaboración con el Centro de Estudios Históricos, desarrolló una gran actividad como técnico de Museos; en representación oficial acudió a congresos y comisiones de estudio internacionales en Italia, Francia y Marruecos.

Aunque ya en la década de los 30 había publicado varios artículos de Epigrafía, entre ellos tres tabellae defixionis de Córdoba, que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional (inv. n. 6652. 1955/29/2. 1955/29/3), pronto, en la línea de Gómez Moreno, y en un momento en que intereses políticos favorecían los estudios sobre el pasado cristiano y visigodo de la Península, se decantaría por la investigación sobre la epigrafía de dicha época; de entonces data uno de los estudios más trascendentes de su producción (Navascués 1937), en el que se ocupa de la cronología de la tabla horaria grabada en un sillar de la iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora) (ICERV 33) para ratificar la datación visigoda del edificio propuesta por su maestro (cf. Gimeno 2004); otro, no menos famoso, trata de la inscripción emeritense en la que consta una deposición de reliquias (entre ellas la del apóstol Santiago, según Navascués) y la dedicación de un aula a Santa María matri Domini nostri Hiesu Xpi. omniumque virginum principi atque regin(a)e (ICERV 548). Pero su trayectoria investigadora culminó cuando, a la edad de cuarenta y ocho años, defendió su tesis doctoral -que le permitiría alcanzar la cátedra de Epigrafía y Numismática en la Universidad Central de Madrid en 1950-, Epígrafes cristianos latinos de Mérida. Siglos IV al VIII-X, el primer corpus de epigrafía cristiana emeritense con setenta y cuatro epígrafes, que ha permanecido inédito a pesar de que consta estar "en preparación" para su publicación en la serie Scriptura. Monumenta et Studia (véase Navascués 1951, en la solapa de la cubierta). En el prólogo Navascués indica el trabajo inmenso que quedaba por hacer en el terreno de los estudios epigráficos y exhorta a los investigadores españoles a dedicarse a ello: hay todavía mucha tierra virgen por cultivar, a pesar de las múltiples publicaciones que en el curso del tiempo han florecido en ella. Aún queda mucha tarea, tanta que es inasequible a las fuerzas y a la vida de un solo individuo (Navascués 1948, prólogo s.p.). Con su trabajo pretendía establecer una serie de planteamientos novedosos en el tratamiento de las inscripciones cristianas enfocados a la puesta en valor de los soportes y, en particular, en la línea de J. Mallon y de los paleógrafos franceses (Paléographie romaine, Madrid 1953), de la forma de la escritura, así como de la decoración y la evolución de ambas; todo ello con vistas al establecimiento de una cronología fiable, aspectos sobre los que incidió en su estudio sobre losas y coronas sepulcrales emeritenses de los siglos V al VII (Navascués 1948-1949). Su experiencia epigráfica sobre los soportes le permitió ensamblar, entre otras, una placa emeritense con dos epitafios (de Florentia y Marcella; IHC 337. 340), que, halladas en fechas distintas y depositadas en museos diferentes, se habían considerado dos piezas independientes una de otra y que hoy, gracias a él, se exponen, correctamente unidas, en el Museo Arqueológico Nacional (inv. n. 57769): el hecho sólo me saltó a la vista cuando profundicé en la investigación de la forma de las piedras y de su calidad, sin haber sido preciso tener las dos losas juntas y sin hacer otra comprobación que la de los calcos (Navascués 1953, 54). Navascués no se limitó, sin embargo, a los textos epigráficos en piedra; concedía la misma importancia a las inscripciones que estuvieran inscritas sobre igual materia o sobre cualquier otra, siempre que estuvieran labradas en la Península y fueran producto de la antigua cultura cristiana (Navascués 1948, prólogo s. p.) y, así, publicó entre otros "manuscritos de barro", la placa de Complutum (EE IX 422,7; Navascués 1954, 57-58) hallada, en " 1898, en el Campo del Juncal (Alcalá de Henares), que hoy se conserva en el Museo Arqueológico Nacional (Inv. n. 1951/45/34). Otros resultados de sus investigaciones como la datación por la Era en Hispania, para la que defendía la existencia, en origen, de dos sistemas de cómputo, o, su interpretación de AS en la fórmula cronológica de las inscripciones cristianas, según la cual la S sería nexo de VI y la A la terminación del ordinal que le precedería, hoy no pueden sostenerse como han demostrado J. Gil (Cuadernos de Filología Clásica 10, 1976, 377-378) y J. M. Abascal (Lucentum 19-20, 2000-2001, 14-15) respectivamente.

Elegido en 1950 Numerario de la Academia de la Historia, tomó posesión el 15 de enero de 1953 con un discurso de ingreso, El Concepto de la Epigrafía, consideraciones sobre la necesidad de su ampliación, que trató de cuestiones metodológicas en Epigrafía y tuvo enorme repercusión en los círculos académicos hispanos. En 1956 sería nombrado Anticuario Perpetuo de la misma. En el Gabinete, además de dedicar su atención a la instalación de las colecciones numismáticas -ciencia a la que Navascués también contribuyó con diversas investigaciones, muchas de las cuales publicó en la revista Numario Hispánico fundada por él en 1952 junto con el instituto Antonio Agustín de Numismática-, dedicó particular esfuerzo a la restauración, conservación e idónea exposición del denominado missorium de Teodosio (creo conveniente exponer ... el interés de la Real Academia de la Historia por salvarlo para nuestro patrimonio histórico-artístico, y además nuestro grave compromiso y nuestra responsabilidad en la conservación del monumento; Navascués 1976, 428) para que pudiera verse por sus dos caras y muy particularmente la brevísima inscripción griega punteada, en la superficie interior del aro que forma el pie (Navascués 1976, 435). Sin embargo, otras decisiones no fueron tan afortunadas como su dictamen negativo (Navascués 1963) a la compra, por parte de la Academia, de dos manuscritos de Rodrigo Caro en los que se encontraban borradores de algunos capítulos de Las Antigüedades de Sevilla con anotaciones y apuntes epigráficos y cerca de un centenar de cartas autógrafas, muchas de ellas con inscripciones enviadas a Caro por sus corresponsales. Aunque la mayoría de éstas ya habían sido recogidas por E. Hübner en el Corpus Inscriptionum Latinarum, Navascués afirma haber encontrado en ellos seis inscripciones inéditas, de las que no recogió el texto. La negativa de la Academia a adquirir estos manuscritos, a pesar de su manifiesto interés epigráfico, en beneficio de unos posibles compradores sevillanos, es el último dato conservado sobre estos papeles hoy en día en paradero desconocido.

Por su carrera profesional y su posición preeminente en la Administración (tanto en el ámbito de los museos como en el académico) fue designado, a propuesta del catedrático de Derecho Romano Alvaro d'Ors Pérez-Peix (1915-2004), para coordinar el proyecto que se estaba gestando, a finales de la década de los cincuenta, de un nuevo Supplementum al volumen de Hispania del Corpus Inscriptionum Latinarum. Si bien después de la muerte de Hübner había habido varios intentos de crear ese segundo suplemento a CIL II, todos fracasaron debido a las dos Guerras Mundiales y a la Guerra Civil española. Pero gracias a la iniciativa de Helmut Schlunk, director del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, que estableció los contactos necesarios, la Academia Alemana de Ciencias (Berlín Este) encargó la coordinación de la tarea a Konrad Schubring (1911-1966); para hacerse cargo de la zona portuguesa fue seleccionado el epigrafista Scarlat Lambrino (1891-1964), profesor de la universidad de Lisboa. El acuerdo se firmó en 1957, y en 1958 empezaron los trabajos del CECIL (Colaboración Española al CIL), teniendo como sede central el Seminario de Epigrafía de la Universidad de Madrid; el Consejo Superior de Investigaciones Científicas también se comprometía en el proyecto con la misión de nombrar colaboradores: entre ellos Francisco Collantes de Terán, Concepción Fernández Chicarro y de Dios, Tomás Marín Martínez, Antonio Tovar Llorente y Juan Maluquer de Motes. En mayo de 1959 Navascués estuvo tres días en la Academia de Berlín y entonces se decidió que para la elaboración de los materiales un español (A. Marcos Pous) residiera allí algún tiempo para familiarizarse con los trabajos y las normas de redacción del Corpus. En 1960 viajó Schubring a Madrid, de donde volvió decepcionado al constatar el progreso del trabajo, y porque en Lisboa encontró a un Lambrino a quien, a punto de jubilarse, urgía publicar su parte y se quejaba de las continuas negativas por parte de los españoles a mostrarle los materiales. En 1961, con el levantamiento del muro de Berlín, aumentaron los problemas para la colaboración y, además, Schubring se despidió de la Academia. Como los trabajos de la parte española por falta de dinero, avanzaban muy despacio, Antonio Tovar propuso publicar las cerca de 4000 inscripciones, posteriores a la edición de CIL II, que había recogido del vaciado de la bibliografía; algo similar se rumoreaba que tenía en su pensamiento el historiador y filólogo José Vives i Gatell (1888-1978). El proyecto del suplemento a CIL II acabaría siendo un fracaso: en el año 1963 Schlunk escribió a H. Nesselhauf, a la sazón supervisor del CIL en la Academia, que para sacarlo adelante lo ideal sería aunar los esfuerzos de Tovar, Vives y Lambrino, pero a la vez le comunicaba que J. M. de Navascués, quien tenía el contrato con la Academia, nunca lo consentiría. Tras la muerte de Navascués, gracias a nuevas generaciones de epigrafistas alemanes, españoles y portugueses una nueva edición del volumen del Corpus correspondiente a Hispania, CIL II2, se pudo poner en marcha, la cual sigue su curso; tres fascículos correspondientes a la parte meridional del conventus Tarraconensis, al Cordubensis y al Astigitanus ya han sido editados.

 
 
J.M. Navascués
 J.M. Navascués, retrato de la RAH
M. Almagro-Gorbea (ed.), El Gabinete de Antigüedades de la RAH, Madrid 1999, p.159.
 
Tabla horaria
Tabla horaria. San Pedro de la Nave, Zamora.L. Caballero Zoreda (coord.), La Iglesia de San Pedro de la Nave, Zamora 2004, 259.
 
 
 
 
IHC 337. 340.
IHC 337. 340.
J.M. de Navascués, El concepto de la epigrafía, consideraciones sobre la necesidad de su ampliación. Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia, Madrid 1953, p.55.
 
Placa de Barro
Placa de Barro de Alcalá de Henares.
Archivo fotográfico CIL II.
BIBLIOGRAFÍA: J.Vives, Inscripciones Cristianas de la España Romana y Visigoda, Barcelona 1959 (= ICERV);Fernando de Almeida, Scarlat Lambrino (1891-1964), Archivo Español de Arqueología 37, 1964, 206-207; J. Pavón, El Excmo. Sr. D. Joaquín María de Navascués y de Juan, Boletín de la Academia de la Historia 172, 1975, 257-262; J. De Mata Carriazo, Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, Madrid 1977; A. Marcos Pous, Origen y desarrollo del Museo Arqueológico Nacional, en: De Gabinete a Museo, tres siglos de Historia, Madrid 1993, 21-99; M. Almagro-Gorbea, El Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia, Madrid 1999, 158-160; H. Gimeno Pascual, La Epigrafía en San Pedro de la Nave, en: La iglesia de San Pedro de la Nave. Zamora (L. Caballero coord.), Zamora 2004, 239-273; J. de Santiago Fernández, La epigrafía: evolución conceptual y metodológica, Documenta & Instrumenta 1, 2004, 203-220.

Bibliografía de J. M. Navascués sobre Epigrafía. - 1931: Museo Arqueológico Nacional Adquisiciones en 1930. Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud, Madrid. - 1934: Plomos romanos con inscripción mágica, hallados en Córdoba, Archivo Español de Arte y Arqueología (=AEAA) 10, 51-60; Inscripciones hispano-romanas, ibid., 189-206. - 1937: Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave, ibid. 13, 61-71. - 1941: Nueva inscripción mozárabe de la Alhambra (Granada), ibid. 43, 268-276; Nuevo epígrafe hispano-romano de Galicia, Archivo Español de Arqueología (=AEspA) 14, 222. - 1942: Pedestal de Oliva de la Frontera, Archivo Español de Arte 51, 171-180. - 1947: Epigrafía cristiana extremeña: novedades y rectificaciones, AEspA 20, 1947, 265-309. - 1947-1948: Epígrafes sobre bronces visigodos, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (=BSEAA) 14, 119-127. - 1948: La dedicación de la Iglesia de Santa María y de todas las Vírgenes de Mérida, AEspA 21, 309-353. - 1948-1949: Losas y coronas sepulcrales en Mérida (Ensayos sobre algunos caracteres externos de los epitafios de los siglos V al VII), BSEAA 15, 103-144. - 1949: Las inscripciones de Roda de Eresma, Estudios Segovianos I, 228-239; La fecha del epígrafe emeritense de la mártir Eulalia, Ampurias 11, 151-172. - 1951: Importante recuperación epigráfica", Emerita 19, 226-228; La era «...AS», Scripturae. Monumenta et studia I, Madrid. - 1952: El mapa de los hallazgos de epígrafes romanos con nombres de divinidades indígenas en la Península Ibérica, en: II Congreso Nacional de Arqueología, Zaragoza, 327-336. - 1953: El concepto de la Epigrafía. Consideraciones sobre la necesidad de su ampliación (Discursos de la Real Academia de la Historia), Madrid, 23-102. - 1954: Museo Arqueológico Nacional. La placa de Alcalá de Henares, Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales (=MMAP) 15, 57-58; Museo Arqueológico Nacional. La teja de Villafranca de los Barros", MMAP 15, 54-56. - 1956: Manuscritos latinos en barro del Museo Arqueológico Nacional, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos 62, 533-547. - [1957]: Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones de 1955 a 1957. El ladrillo de Aceuchal, MMAP 16-18, 56-59. - 1959: El epitafio de Rebbi Jacob hijo de Rebbi Senior (IHC 34 y Suppl. p. 19 = IHE 289), Atti del terzo Congresso Intenazionale di Epigrafia greca e latina, Roma, 29-44. - 1960: Nueva inscripción de los «Orgenomesci», Boletín de la Real Academia de la Historia (=BRAH) 147, 99-103; Los epitafios hispano-romanos de Antonio Festa y de Clodia Lupa. Ensayo sobre su atribución cronológica, Klio 38, 185-206. -1961-1962: Ni Bárquidas ni Escipión, en: Homenaje al profesor Cayetano de Mergelina, Murcia, 665-686. - 1963: Caracteres externos de las antiguas inscripciones salmantinas. Los epitafios de la zona occidental, BRAH 152, 159-223; Papeles de Rodrigo Caro. Informe, ibid. 235-240. - 1964: Caracteres externos de las antiguas inscripciones salmantinas. Su trascendencia epigráfica e histórica, en: Akte d. IV. Internationalen Kongresses für griechische und lateinische Epigraphik, Wien, 281-297. - 1966: Onomástica salmantina de época romana" BRAH 152, 181-230. - 1970: La estela funeraria de Cármenes, AEspA 43, 175-194. - 1973: Sobre la revisión del dictamen académico de 27 de mayo de 1966, acerca de la fecha fundacional de la Colonia Norbensis Caesarina, sugerida por el Dr. Lumbreras Valiente, BRAH 170, 389-398.

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