Aunque no directamente relacionado con la epigrafía complutense, el licenciado cordobés
Pedro Díaz de Rivas ocupa su lugar en la nómina de anticuarios complutenses debido a que
fue el compilador de una sylloge de inscripciones de Hispania conocida como
"Cattaneo", en la cual se recogen algunas inscripciones de Complutum. Desde su
juventud el contacto con su tío, el erudito Martín de Roa, autor de obras sobre la
antigüedad de ciudades béticas, como Córdoba (De Cordubae in Hispania Baetica
principatu, Lugduni 1617), Écija (Écija, sus santos. Su antigüedad eclesiástica
y seglar, Sevilla 1629) o Málaga (Málaga: su fundación. Su antigüedad
eclesiástica y seglar, sus santos Ciriaco y Paula, Málaga 1622) despertó su
afición tanto por el estudio de la antigüedad -especialmente de su patria chica,
Córdoba- como por el coleccionismo, pues llegó a juntar una de las colecciones de
monedas más famosas en su tiempo, así como un buen número de manuscritos y libros raros
en su biblioteca. Amigo de Nicolás Antonio, y por él calificado como "experto
en la antigüedad" (antiquitatis peritus) en su Biblioteca Hispana nova,
(p. 189), de la correspondencia mantenida entre ambos, que se conserva en el Palacio Real
de Madrid (ms. II 158 f. 172), se desprende que P. Díaz de Rivas se ocupaba entonces del
estudio o edición de la Geografía de un autor árabe del siglo XII, El-Idrisi,
conocido como el Nubiense. Así, su interés por los itinerarios y el conocimiento de la
topografía antigua sobrepasaba los límites de su entorno local y en este contexto hay
que enmarcar su sylloge autógrafa de inscripciones de Hispania, que se conserva en
Módena en la Biblioteca Estense (Ms. Estero 111 = a. G. 7.2.) bajo el título Varie
Iscrizioni et Monumenti, quali si trovano nella Spagna, o in Autori Spagnoli, con
Osservazioni sopra di Essi in lingua spagnola. Este manuscrito fue adquirido en
España por el franciscano Giambattista Cattaneo y llevado en el año 1679 al monasterio
de esta orden en Reggio Emilia (Italia). Contiene -sin ningún orden concreto- textos de
varias localidades de España que proceden fundamentalmente de dos cuadernos de
inscripciones de J. Fernández Franco:
el "libro grande" y el "libro pequeño", hoy por hoy desaparecidos, en
los cuales ya J. Fernández Franco transmitía textos no sólo descritos por él mismo
sino también tomados de otros autores. A la recopilación anterior P. Díaz de Rivas
añadió algunos autopsias propias o de contemporáneos suyos. Las notas y apostillas a
los textos que abundan a lo largo de la obra proceden unas de los mismos libros de J.
Fernández Franco; otras son comentarios de P. Díaz de Rivas, y otras las añadió su
heredero, el erudito cordobés Bernardo Gámiz de Cabrera a quien fueron a parar tanto
gran parte de la biblioteca como el monetario, el cual además iniciaría también un
pequeño lapidario como prueban las notas añadidas de su mano en el manuscrito
"Cattaneo" indicando que algunas de las inscripciones allí consignadas eran de
su propiedad. Fuera del ámbito de la epigrafía cordobesa, no es posible valorar la
pericia epigráfica de P. Díaz de Rivas pues su mayor mérito fue la transmisión de syllogai anteriores. Sin embargo su manuscrito sí que ha supuesto un avance en la historia de la
tradición textual ya que ahora sabemos que las schedae Cattanei, materiales
manejados por L. A. Muratori para su Thesaurus, hoy desaparecidas, muchas veces presentan -en
lo que se refiere a inscripciones hispanas- variantes de lectura y de localización
respecto a las del manuscrito de Díaz de Rivas; por tanto no se puede afirmar que
Muratori manejara -si es que lo manejó- sólamente el manuscrito de Díaz de Rivas sino
que para Hispania tuvo acceso a otros papeles de G. Cattaneo distintos.
Dos de los textos de las tres inscripciones (CIL II 3033. 3034 y 3040) complutenses, incluidas en la parte
tomada de los libros de Fernández Franco del manuscrito de P. Díaz de Rivas, circulaban
ya en las colecciones de textos hispanas -como la de F. de Ocampo- desde mediados del siglo XVI, aunque hasta la
edición de J. Strada no fueron
publicados. Curiosamente una de ellas (CIL II 3040) se había hallado al excavar
un pozo junto a otra (CIL
II 3038) y, salvo en P. Díaz de Rivas, siempre se transmiten juntas; ambas hoy
están perdidas. No ocurre lo mismo con el tercer texto (CIL II 3033) que a pesar de haber sido
copiado ya por J. Fernández Franco -de quien la toma Díaz de Rivas-, no se difundiría
hasta que en el siglo XVIII la editó Muratori a partir,
entre otros materiales, de los de Cattaneo, hoy desaparecidos.
Aunque de quien se trata aquí es de P. Díaz de Rivas como transmisor de epígrafes de
Complutum, su trabajo como anticuario fue sobre todo importante para las antigüedades
cordobesas sobre las que escribió varias obras. Su fama, además, trascendió el ámbito
del anticuariado pues fue el primer comentarista de Góngora y un conocido defensor de su
estilo culterano.
© H. Gimeno Pascual |