Historiador, literato,
coleccionista y anticuario, Aureliano Fernández-Guerra y Orbe fue el primogénito
de una familia acomodada y erudita oriunda de Granada. Su padre, José
Fernández-Guerra abogado, catedrático de Lógica, Metafísica, Retórica, Bellas
Artes, Historia, Numismática y Antigüedades en la Universidad de Granada poseyó
una colección de antigüedades -en buena parte constituida por objetos
prehistóricos- y una biblioteca con dieciocho mil volúmenes. Desde muy temprano
José inculcaría a sus hijos, Aureliano y Luis, el interés por la Literatura, la
Historia y las antigüedades.
Aureliano
Fernández-Guerra pasó su infancia en Granada, y esporádicamente en el pueblo de
su familia, Zuheros (Córdoba), hasta que marchó a Madrid en 1825, en donde
estudió sus primeros años en el colegio de corte afrancesado dirigido por José
Garriga, ex alcalde de la Villa, y en el que tuvo algunos compañeros que serían
en el futuro personajes decisivos en la política y la cultura de la España de la segunda mitad de siglo.
En 1828 volvió a Granada y de 1831 a 1832 cursó estudios universitarios de
Filosofía en el Seminario del Sacromonte, los cuales proseguiría en la
Universidad Literaria de Granada alternándolos con los de Leyes. En 1838, siendo
todavía estudiante, le fue encomendada la cátedra de Literatura e Historia,
puesto que desempeñó hasta 1839. Durante la década de los treinta, época de sus
años jóvenes y universitarios en la que concurría a las tertulias y círculos
literarios de Granada llegó a ser un conocido autor dramático, con varias obras
en cartel.
Fue precisamente en
esos años cuando también aprendió el oficio de epigrafista y cuando realizó la
mayoría de las autopsias, calcos y dibujos de algunas inscripciones de
Andalucía. A comienzos de la misma, en 1833, un descubrimiento excepcional se
había producido en el "Cortijo de las Vírgenes" (Baena, Córdoba), el sepulcro de
los Pompeyos (CIL II2/5, 409-420),
del que realizó dibujos de todos los hallazgos y de la situación en que se
encontraron las trece urnas que contenía, todas menos una con inscripción,
indicando incluso los restos de minio que todavía se conservaban en alguna de
ellas; levantó planos topográficos de la zona y recabó para ello toda la
documentación necesaria tanto por medio del trabajo de campo como del de
archivo. La satisfacción personal que le había proporcionado este estudio se vio
rápidamente truncada: por primera vez fue víctima de un plagio, cuando tras
enviar sus trabajos sobre el "Cortijo de las Vírgenes" al inspector de
antigüedades Manuel de la Corte Ruano, éste los publicó en el Semanario
Pintoresco Español. En otras dos ocasiones le sucedió lo mismo; una, cuando
le plagiaron su descubrimiento de que el poema atribuido a Francisco de Rioja,
"Las Ruinas de Itálicas", fue escrito por Rodrigo Caro y otra, una vez muerto,
cuando el filólogo Julio Cejador y Frauca publicó parte de sus trabajos sobre
las obras de Quevedo.
Aureliano
Fernández-Guerra se instaló en Madrid en 1844 donde compaginó su empleo en el
ministerio de Gracia y Justicia con sus investigaciones literarias e históricas.
Desde la capital, realizó varios viajes a Zaragoza, a Sevilla, a los Toros de
Guisando, a Escalona, Cadalso de los Vidrios, etc, viajes en los que juntaba
datos para sus estudios arqueológicos, que fueron publicados a lo largo del año
1852 en el Semanario Pintoresco. Su vinculación con los círculos
culturales madrileños quedaría definitivamente sellada al ser nombrado en 1853
correspondiente de la Academia de la Historia y dos años después miembro
numerario de la misma. Si bien ya entonces había realizado muchos trabajos
relacionados con la Epigrafía, sus inquietudes por el conocimiento de la
Historia y la Geografía Antigua de la Península no cejaron, promoviendo a partir
de entonces una gran actividad investigadora desde la Academia mediante, entre
otras cosas, concursos sobre temas históricos candentes en su época -como la
identificación del sitio de Munda, cuyo premio fue concedido a lo
hermanos José y Oliver Hurtado- que tuvieron amplia repercusión y favorecieron
el estudio de las antigüedades romanas de la Península.
La formación y el
oficio epigráfico adquirido en su juventud le hizo merecedor de la confianza de
Emil Hübner a quien le unió, además de una gran amistad, una estrecha
colaboración científica que se tradujo en un envío incesante de datos -en
particular de Andalucía- para la redacción del volumen correspondiente a Hispania del Corpus Inscriptionum Latinarum (CIL II): le comunicó, de
dicha zona, sus transcripciones, dibujos y calcos de Alcalá la Real (CIL II2/5, 230),
de Priego (CIL II2/5, 255),
de Zambra (CIL II2/5, 292),
Rute (CIL II2/5, 298),
Cabra (CIL II2/5, 308. 310. 334. 339),
del Cortijo de las Vírgenes (CIL II2/5, 429-430. 432. 436),
del Cerro del Minguillar (CIL II2/5, 370)
en la que erróneamente leyó Iponombensis por Iponobensis, de
Granada (CIL II2/5, 619. 646),
de El Castillón (CIL II2/5, 806),
de Mancha Real (CIL II2/7, 9),
una tessera de Niebla (CIL II
49631); otras le eran enviadas a Fernández-Guerra por
sus contactos, como las de las cercanías de Jimena (CIL II2/7, 23),
de Porcuna (CIL II2/7, 99. 102. 115. 124)
y de Córdoba (CIL II2/7, 647)
de las que recibió informaciones y calcos realizados por V. Rivero Romero (CIL
II2/7, 417. 484),
que las conservaba en su colección cordobesa (después de Julio Romero de Torres)
así como de su amigo Ramírez de Arellano (CIL II2/7, 271);
otros se las enviaron de Alcaudete (CIL II2/5, 242-243),
de Luque (CIL II2/5, 271),
o de Cañete la Real y alrededores (CIL II2/5, 876. 877. 890).
Sin embargo, entre todos sus corresponsales descollaba por su completísimo
trabajo epigráfico Manuel Cueto y Rivero, buen amigo suyo y sobrino de su
maestro, que le proporcionó diversas informaciones: un pedestal encontrado cerca
de Priego (CIL II2/5, 286),
inscripciones del Cortijo del Río, localidad cercana a Archidona (CIL II2/5, 720. 722. 725. 728),
y de Loja de donde le mandó el vaciado en yeso de un pedestal hoy perdido, que
se conserva en la Academia de la Historia (CIL II2/5, 713)
y otras noticias epigráficas de dicha ciudad y su circunscripción (CIL II2/5, 714. 715).
Tampoco le faltaron a Hübner informaciones recogidas por Fernández-Guerra en
autores antiguos como J. Fernández Franco (CIL II2/7, 99),
algunos de cuyos manuscritos estaban en la Academia de la Historia.
Fernández-Guerra conocía también el valor de las inscripciones falsas, de las
que proporcionaba igualmente datos a Hübner, como es el caso de unas láminas de
plomo que decían haberse descubierto cerca de una fuente en Montilla (CIL II2/5, 13*-20*).
Al corriente de las nuevas tecnologías de su época, Fernández-Guerra utilizó en
sus estudios la fotografía. De él recibió Hübner alguna como la de una
inscripción de Priego (CIL II2/5, 255).
No le faltaron a
Fernández-Guerra ocasiones para viajar a ver inscripciones y en una de ellas, en
que acompañaba de Madrid a El Escorial a Hübner, éste descubrió desde el tren,
cerca de Collado Villalba, dos inscripciones votivas (CIL II 3061-3062) que
Fernández-Guerra, a instancia suya, mandó trasladar a la Biblioteca Nacional
hasta que se fundó el Museo Arqueológico, donde se conservan. Otros viajes los
realizó con su otro gran "partenair" en materia epigráfica, Fidel Fita: juntos
visitaron Extremadura y Portugal para llegar a Compostela con el fin de
demostrar que las reliquias del apóstol Santiago eran
auténticas. Por el camino copiaron y obtuvieron copias de inscripciones de
Portugal (CIL II 2463. 2465. 4875) aunque muchas de las que llevaban preparadas
para verificar no las encontraron (no parece sino que la desgracia nos
persigue en la exploración de las lápidas portuguesas, de que traemos dibujos
entre el matalotaje de datos y noticias de antemano acopiados para esta
expedición arqueológica. Han desaparecido de nuestra vista, como tesoro de
duendes ... Fernández-Guerra - Fita, 1880, 15) y de Galicia (CIL II 4877.
5612-5614. 5626. 5627. 5629-5632. 6230-6232. IHC 46*). A la vuelta fueron a
Badajoz donde les proporcionaron copias y calcos de inscripciones de
Extremadura (CIL II
1038. 5258. 5260. 5271-5272. 5293. 5357).
Su afición por la
epigrafía se dejó notar también en la colección de antigüedades heredada de su
padre; en ella, por su mediación, ingresaron objetos como una hebilla de
cinturón visigoda (CIL II2/5, 600)
con inscripción, una fíbula quizá con un pseudoepígrafe (CIL II2/5, 668),
un anillo con inscripción (CIL II2/5, 342),
una placa de mármol hallada en las Ventas de Zafarraya (CIL II2/5, 716)
o la que le regaló su amigo Manuel Cueto, hallada en el Cortijo del Río (CIL
II2/5, 725);
también a ella perteneció una tessera de Niebla de la que envió dibujo y
calco a M. Haupt, colaborador de Hübner en cuestiones relativas a las
inscripciones métricas. Casi todas se encuentran, desde 1933, junto con otros
objetos de la colección, en el Museo Arqueológico Nacional, en el que también
ingresó, gracias a él, una tabula hospitii (CIL II 5792) hallada
en Clunia en 1887 de la que publicó un estudio con su lectura y Introducción. Sin embargo, de todas sus piezas tenía una depositada en su casa -que
había conseguido de Fernando de la Vera e Isla para la Academia- por la que
sentía una especial predilección a causa de sus profundas y tradicionales
convicciones católicas: es el pedestal emeritense (CIL II 5264) para una ofrenda pequeña de oro dedicado
al emperador Tito y en el que se menciona al gobernador provincial C.
Arruntius Catellius Celer, que Fernández-Guerra quiso que fuera el mismo
personaje que el Catellius mencionado en las dudosas Actas de santa
Librada, según las cuales ésta había sido hija suya y martirizada junto con sus
ocho hermanas (Fernández-Guerra - Fita, 1880, 112-114). Pero con independencia
de los errores a los que le indujo su fervor religioso, como considerar
cristiana una inscripción de Niebla (IHC 13* = EE VIII 80) que por la letra
situaba en el siglo I, Fernández-Guerra amplió el camino abierto por J. F. Masdeu al
estudio de la epigrafía cristiana dando a conocer numerosos hallazgos, a los que
añadió también otros arqueológicos como los sarcófagos publicados en Monumentos Arquitectónicos de España (1878-1880). Su fama hizo que en 1859
fuera solicitado para informar sobre una inscripción de Guarrazar (IHC 158), que
contenía unos versos que él identificó en el epitafio compuesto por Eugenio de
Toledo para el rey Chindasvinto. Esa especialización en arqueología cristiana le
pondría en contacto con las mayores autoridades en la materia de la época como
Giovanni Battista de Rossi con quien mantuvo fluida correspondencia; gracias a
él supo De Rossi de una inscripción que se encontraba en la ciudad granadina de
Loja que, sin embargo, había sido hallada en Roma en el cementerio de santa
Cyriaca (CIL II2/5, 44*)
y que publicaría A. Ferrúa a partir de los datos enviados por Fernández-Guerra.
Por ese profundo conocimiento de la época tardo-antigua también fue encargado
junto con Eduardo de Hinojosa y Juan de Dios de la Rada de los volúmenes
correspondientes al período visigodo de la Historia General de España dirigida
por Antonio Cánovas del Castillo (1890-1894).
Además de Fidel Fita
otros académicos compartieron con Fernández-Guerra diversas investigaciones;
entre ellos el numismático Antonio Delgado, gran amigo y colaborador de Hübner
no tanto por sus propias descripciones de epígrafes sino por los múltiples
dibujos realizados por su padre Francisco Xavier que le proporcionó, o el
ingeniero Eduardo Saavedra -ocupado entonces en las obras de apertura del ferrocarril-
a quien le unía el interés por la geografía antigua de la Península y las
vías romanas, a cuyo estudio Fernández-Guerra dedicó gran parte de su tiempo.
Así compuso varias monografías geográfico-históricas de la España Antigua con
sus mapas, en las que era ineludible la utilización de las inscripciones, como
la referente a las ciudades mencionadas en la inscripción de Chaves (CIL II
2478) publicada en 1888 (Revista Archeologica 6, 1888, 81-105), o Cantabria (1878), de Deitania y su cátedra episcopal de Begastri (1879), sobre la geografía de Álava (Boletín de la Real Academia de la
Historia 3, 1883, 22-33), sobre las ciudades de Asso y Argos (Boletín
de la Real Academia de la Historia 10, 1887, 458-464). A él también le
correspondió contestar a varios discursos de algunos nuevos miembros de la
Academia de la Historia, entre ellos al de Marcelino Menéndez Pelayo a quien
tuteló y promocionó gracias a la afinidad que mantenían por sus convicciones
religiosas y aficiones históricas.
Aureliano
Fernández-Guerra, además de ser miembro de la Real Academia de la Historia,
también lo fue de la Real Academia Española, en la cual fue elegido en 1856, y
tomó posesión del sillón X mayúscula. Sus actividades en ambas las alternaba con
su trabajo ministerial, y aunque tuvo puestos de responsabilidad como, el de
Secretario de Instrucción Publica del Ministerio de Fomento (1857), Director
General del mismo Ministerio por ausencia del titular (1859) e incluso senador
del reino por la Academia de la Historia, en la política nunca gozó de la
autoridad e influencia que tenía en los círculos intelectuales y académicos.
Además impartió clases en la Universidad Central, como catedrático de Literatura
Extranjera en 1868.
Incansable
investigador, aunque publicó muchos de sus trabajos, otros tantos quedaron
inéditos, en particular muchos de sus informes sobre epigrafía, emitidos en las
comisiones de la Academia de la Historia. Pero su fama desde hacía tiempo había
traspasado fronteras siendo conocido y reconocido en los círculos académicos
europeos de más prestigio: fue nombrado miembro del Institut für archäologische
Correspondenza (1861) y de la Preussische Akademie der Wissenschaften de Berlín;
elegido "membri onorari dirigenti" del Instituto di Corrispondenza Archeologica
de Roma (1863); miembro de la Societé Française d'Archeologie (1867) e incluso
le fue concedida la Cruz de la Corona por Guillermo I de Alemania (1873). Desde
Berlín a 18 de septiembre de 1894 E. Hübner en una tarjeta expresaba a la
familia su más profundo pésame por el fallecimiento de su inolvidable
e ilustre amigo D. Aureliano; en el mismo año moría también De Rossi con
quien Fernández-Guerra había discutido e intercambiado numerosas investigaciones
sobre arqueología y epigrafía cristiana.
© H. Gimeno Pascual -
V. Salamanqués Pérez
|
|
|
|
|
|
|
Retrato de la RAH
M. Almagro-Gorbea (ed.), El Gabinete de Antigüedades de la RAH,
Madrid 1999, p.143. |
|