Hijo de Bernardo López y María de Vargas Machuca, naturales de
Toledo, Tomás López, después de realizar estudios de gramática, retórica y dibujo en
la Academia de Bellas Artes, inició su carrera como geógrafo y cartógrafo en Madrid en
1752 cuando, todavía perteneciente a una época en que la Geografía no estaba disociada
de las Matemáticas, recibió un curso sobre esta materia en el Colegio Imperial de la
capital. En la España Ilustrada de ese momento, la formación de geógrafos y
cartógrafos era una necesidad acuciante pues se carecía de una cartografía operacional
por lo que los gobernantes pusieron un gran empeño en preparar especialistas geógrafos,
cartógrafos y grabadores. Así T. López, después de su aprendizaje en Madrid y en ese
mismo año de 1752, fue enviado a París por el Marqués de la Ensenada, a propuesta de
los marinos Jorge Juan y Antonio Ulloa, "para estudiar geografía y levantar el mapa
de España". Junto a él y con el mismo fin enviaron a Juan de la Cruz Cano y
Olmedilla, mientras que para las técnicas del grabado fueron elegidos Manuel Salvador
Carmona y Alonso Cruzado.
En los años que residió en París (1752-1760), asistió a clases
en las instituciones más prestigiosas, como el colegio Mazari, y con los especialistas
más reputados del momento: el abate La Caille y el geógrafo Juan Bautista Bourguignon
dAnville, famoso por sus trabajos sobre geografía histórica y sobre las medidas
lineales de los antiguos. El resultado de esa formación no se hizo esperar pues ya en
París, con el beneplácito del gobierno español y bajo los auspicios de Fernando VI, en
la misma década de los cincuenta realizó sus primeras publicaciones: En 1755 con Cano y
Olmedilla realizó un mapa náutico del golfo de México y de las Antillas, y en 1757, un
mapa de América septentrional. Después publicaría otras obras en solitario: un Atlas de
España, otro de América, mapas y planos de ciudades como el que editó de Madrid, en
1757, en la Guía de Forasteros.
De vuelta en España fue nombrado por Carlos III geógrafo de los
dominios de Su Magestad y le puso al frente de su Gabinete de Geografía recién creado.
El proyecto por el que había apostado el gobierno era la elaboración del mapa de toda
las provincias de España. Cumpliendo con ello Tomás López publicó algunos mapas
provinciales, como los de Jaén, Granada y Córdoba y otros los añadió a algunas obras
como a la Descripción de la provincia de Madrid (Madrid 1763, ed. facs. 1998), que
dedicó al marqués de Grimaldi. Junto a la obra el mapa contenía todos los pueblos, las
ventas, los arroyos y hasta los molinos, pormenores que hasta este momento no aparecían
en la cartografía al uso. Además, como buen discípulo de la escuela de DAnville
incorporó datos de geografía histórica demostrando así que conocía bien los autores
que habían escrito sobre la historia antigua de Madrid, entre otros, Gil González Dávila o Jerónimo de la
Quintana. En esta obra también se ocupó brevemente de otras localidades de la región de
Madrid, entre ellas Alcalá de Henares. Además de ubicar a la antigua Complutum
según la Historia de Miguel Portilla, aporta otras
noticias sobre Alcalá: ermitas, edificios, calles y plazas más señaladas, los
productos, los habitantes, los conventos, colegios, las ferias, la iglesia Magistral, y la
Universidad y hace un breve recorrido por la historia de la ciudad hasta el siglo XIV,
cuya fundación considera anterior a Trajano (id., Descripción, 159-162).
Pero la obtención de informaciones para la elaboración de los
mapas de otros lugares no siempre era tarea fácil. Por ello y con el respaldo de la
Corona decidió dirigir un cuestionario a las autoridades eclesiásticas solicitando datos
relativos a sus diócesis y parroquias -entre ellos los referentes a toponimia y vestigios
de antigüedad-, que servirían para la confección de un Diccionario
Histórico-Geográfico de España, el cual debía servir de complemento a los mapas.
En esta empresa no partía de cero: además de la información que le proporcionaron mapas
anteriores, había habido un precedente similar en época de Felipe II, las Relaciones Topográficas que ya habían incluido
unas preguntas dirigidas a las autoridades de los pueblos a las que Tomás López
también académico- tuvo acceso gracias a su colaboración en el Diccionario
Geográfico-Histórico de España, proyecto iniciado por la Academia de la Historia en
1766 y para el cual se habían enviado a la Academia las Relaciones para ser
copiadas. Además contó también con las Respuestas del Catastro del marqués de
la Ensenada (1749). La obra de T. López ni se concluyó ni se publicó pero generó una
enorme documentación preparatoria que se conserva manuscrita en varios legajos en la
Biblioteca Nacional de Madrid. No mejor suerte tuvo el proyecto de la Academia del que
sólo se publicarían el tomo de Navarra y del País Vasco en 1802, y el de La Rioja y
algunas zonas de la provincia de Burgos en 1846.
Mientras que para otras zonas de España las respuestas a veces
ofrecen datos muy valiosos para la epigrafía, apenas tienen interés las repuestas al
cuestionario sobre vestigios arqueológicos de la provincia de Madrid: sólo se mencionan
dos inscripciones de Arganda del Rey en el informe del párroco Francisco Antonio de
Irigoyen fechado en dicha localidad el 2 de abril de 1787 (B. N. ms. 7300); ya
transmitidas desde el siglo XVI (CIL II 3067
y 4914) no aportan nada nuevo salvo que no
es imposible que todavía a fines del siglo XVIII se conservaran pues Irigoyen parece
haberlas visto.
Poco tiempo después, en 1789, Tomás López había concluido un
extenso trabajo sobre Madrid que, sin embargo, se perdería para siempre. A pesar de que
fue siempre protegido de todos los gobiernos ilustrados, el conde de Floridablanca no
dudó en reprocharle la ínfima calidad que había detectado en esa obra. El ministro
había visto sólo una muestra pero le había servido para sospechar que tuviera "mil
defectos y que sea más una mala copia o traducción de lo que otros han hecho, que un
libro original o mediano. Adopta seguir enunciativas mucha parte de las fábulas de
nuestro origen ... antes de publicar la obra le conviene por su honor y el nuestro que
alguna mano hábil y exacta lo purifique". La respuesta de Tomás López excusándose
fue una despedida: "tampoco me ocuparé, de hoy en adelante, más que en mi
Geografía exacta, esto es, en la composición y construcción de mapas, y si alguna vez
escribo, no será de la Geografía histórica ni cronológica, pero sí de la que
pertenece al ramo de Matemáticas" (Marcel 1908, 440). Ambos volúmenes fueron
destruidos y abandonó "oficialmente" la Geografía Histórica a pesar de que
estaba convencido de su gran utilidad para la formación de los jóvenes, como defendiera
su maestro DAnville. Muestra de ello fue la ayuda que prestó a su hijo Juan en la
traducción del tercer libro de la Geografía de Estrabón así como a la confección de
un Atlas antiguo elemental en el que la cronología desempeñaba una función importante;
en él introdujo un índice de 2.800 nombres latinos de accidentes geográficos y
localidades con su identificación moderna. Tras su muerte sus dos hijos, también
geógrafos, publicaron en 1810 un Atlas que reunía los mapas más importantes de su
padre.
© H. Gimeno Pascual
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Bibliografía: T. López, Diccionario Geográfico, Madrid,
Biblioteca Nacional ms. 7300, f. 237 v. y
270; id., Descripción de la provincia de Madrid, Madrid, 1763 (ed. facsímil,
Madrid, 1998); G. Marcel, El geógrafo Tomás López y sus obras. Ensayo de biografía y
cartografía, Boletín de la Real Sociedad de Geográfica, 1908, 401-543; C. Segura
Graiño, Tomás López, geógrafo de Carlos III, Madrid 1988; C. Líter Mayayo - F.
Sanchis Ballester, Tomás López y sus colaboradores, Madrid, 1998.
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