Notario y Alcalde de Alcalá de Henares, Esteban Azaña Catarinéu
perteneció a una
prestigiosa familia liberal de la localidad, "los Azaña", que había
experimentado una promoción social y una prosperidad económica a lo largo del siglo XIX,
gracias a la ocupación de cargos en la Administración y a la acumulación de un rico
patrimonio basado en los negocios y en las propiedades fundiarias procedentes de la
adquisición de bienes desamortizados. Su abuelo Esteban Azaña Hernández fue abogado,
notario y secretario del Ayuntamiento constitucional en 1820. Su padre, Gregorio Azaña,
participó en la "Gloriosa" que acabaría destronando a Isabel II; negociante,
escribano y notario fue el redactor de los estatutos de la Sociedad de Condueños (12 de
enero de 1851), ciudadanos alcalaínos que, a razón de una suscripción de 100 reales por
acción, se comprometían a garantizar la conservación del patrimonio cultural, en
particular los edificios de su Universidad que había sido trasladada a Madrid por Real
Decreto de 29 de octubre de 1836.
Además de haberse convertido en no desdeñables terratenientes
agrícolas y activos miembros de la vida política, los miembros de la familia Azaña,
gracias al patrimonio familiar, tuvieron acceso a una educación de elite. Esteban Azaña
estudió en los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Madrid, recién instaladas en
Alcalá gracias a su padre, que había permitido que se cediese gratuitamente para dicho
fin un edificio de la Universidad en octubre de 1861. Su educación se vería completada
gracias a las facilidades de estudio que le proporcionaba la gran biblioteca constituida
por su padre en su casa familiar de la calle de la Imagen. Alcalde liberal y apasionado
alcalaíno no cejó en su empeño de denunciar el enorme perjuicio causado a la ciudad por
la desaparición de su Universidad que había traído como consecuencia el empobrecimiento
y decadencia de la misma. Contribuyó con ello a mantener viva la llama de su esplendoroso
pasado cultural que provocó la aparición de nueva prensa que potenciaba otros valores de
la ciudad como la figura de Cervantes. La reivindicación ocupó muchas páginas en los
periódicos hasta que el escritor fue vinculado definitivamente a Alcalá de Henares: el
honor de presidir el acto de inauguración de su estatua le cupo al alcalde Esteban
Azaña.
A su ciudad dedicó también una Historia de Alcalá de Henares publicada en dos volúmenes en 1882 y 1883 respectivamente. En el libro primero dedica
cinco capítulos a la ubicación, descripción, etimología y sucesos de la Complutum romana concediendo gran importancia a los vestigios materiales, entre ellos monedas e
inscripciones, y llamando la atención sobre la necesidad de que se constituyese un museo
en el que, además de objetos de arte moderno, se mostrasen las antigüedades de Complutum (Azaña 1882, 49, nota 1). Aunque para albergarlo le parecía más adecuada la sala
capitular del cabildo, acabó triunfando la propuesta del jefe del Archivo Central,
edificio en el que, hasta su incendio en 1939, se conservó un buen número de piezas como
las que incluye un informe con calcos, hoy perdidos, enviado a la Academia de la Historia
en 1884 (Abascal - Gimeno 2000, n. 262). Algunas de ellas se perdieron como el epitafio de
Licinio Festo (CIL II 6303); otras acabaron formando parte del lapidario del Museo
Arqueológico Nacional (CIL II 3036, 3042, 5855, 5856, 5857).
En cualquier caso Azaña tuvo mucho que ver en la conservación
del patrimonio epigráfico complutense. Entendía muy bien el significado de la Epigrafía porque "es el
complemento y justificación de la importancia de Complutum" (Azaña ibid.).
Por ello recorrerá la bibliografía y se pateará la ciudad a la búsqueda de las
inscripciones en ella mencionadas. Sin embargo ya no fue capaz de encontrar la dedicación
a Tutela que estaba en la Magistral; tampoco A. Ponz la había visto
(CIL II 3031).
Más suerte tuvo con la del uxamense Licinio Iuliano que estuvo en el convento de Santa
Ursula (CIL II 3036), y con la
del patio del colegio de San Felipe y Santiago (o del Rey), el cenotafio de Valerio
Avito, fallecido en Roma (CIL II 3035). Incluso
dibuja hallazgos relativamente recientes como el ara funeraria de Nonio Suavetio Apuleyano
(CIL II 3042),
descubierta en el arroyo Camarmilla en abril de 1823, que se custodiaba en una casa de la
calle del Gallo, o la dedicación a Hércules por los clunienses Annio y Magia Atta (CIL
II 5855),
encontrada el 7 de septiembre de 1881, siendo él alcalde de la villa, en la tierra de D.
José Pérez Sáfforas. Es también Azaña el único transmisor del dibujo y lectura
tomada por los vecinos Ruperto Carro y José Demetrio Calleja que vieron el singular altar
-del que se conocía otro ejemplar con el mismo texto ya desde época de Ambrosio de
Morales (CIL II 3032)-,
dedicado al Numen por la salud y la victoria del emperador, que fue hallada hacia
1855 y 1856 en la fuente de la Salud (Azaña 1882, 116-119); abandonada en el mismo sitio
donde apareció, fue destruida y utilizada
en la construcción del pontón de Bañuelos para la vía férrea. Para engrandecer a Complutum no podía faltar la intervención en ella de Trajano: no la olvidó este emperador pues
construyó "dos caminos militares", el que cruzaba la barca de los Santos donde
se situaba uno de los dos miliarios que mencionaban a Complutum (CIL II 4913) y el que
iba "por mediodía hacia Arganda y Valtierra" en el que se había encontrado el
otro (CIL II 4914).
El capítulo sexto del libro I está dedicado a la
"Desolación de Compluto" y en él realiza un estado de la cuestión sobre el
viejo debate de la ubicación de Complutum en Alcalá o Guadalajara enumerando los
defensores de una u otra hipótesis. Achaca el error de aquellos que defienden la
identificación con Guadalajara a que no han consultado "detenidamente los escritos o
se han dejado llevar por el entusiasmo" o se trata de aduladores: "solamente la
adulacion á la persona á quien se dedica un trabajo literario y quizá la pasion, y el
querer acumular cuanto digno de mencion ocurrió en lejanos tiempos en el territorio
comarcano; pueden influir y determinar la falta de verdad histórica, la admision de una
argumentacion acomodaticia, desechando las noticias evidentes... Solo asi se esplica que
haya habido escritor que haga á Guadalajara, residencia de los Obispos, ... hasta de los
Santos Niños..." (Azaña 1882, 113). Las pruebas, los miliarios con la
mención de Complutum, cuyas millas se corresponden con Alcalá, niegan la anterior
identificación a lo que se suma toda la evidencia epigráfica complutense. Cierra el
capítulo elogiando a Guadalajara que no fue Complutum, sino Caraca, refugio
del pueblo complutense durante el tiempo en que acogió su sede episcopal: "noble
ciudad y vecina nuestra...á la que se puede aplicar el nombre de Compluto por ser la
depositaria y continuadora por algún tiempo de nuestro nombre; que no hubiera brillado
tanto en otra ciudad, como en la leal y noble Guadalajara" (Azaña 1882,
118-119).
Si la ciudad de Alcalá puede vanagloriarse de haber conservado su
patrimonio arqueológico e inmueble en gran parte por el celo de, al menos, tres
generaciones de la familia Azaña, pero sobre todo gracias a la labor de uno de ellos,
Esteban, alcalde de la ciudad, mayor orgullo debe producirle que uno de sus ciudadanos,
Manuel Azaña, hijo del anterior y biznieto de aquél Esteban Azaña, secretario del
consistorio, que en 1820 había proclamado desde los balcones de su Ayuntamiento la
Constitución de 1812, fuera el presidente de la Segunda República Española.
H. Gimeno Pascual. |