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CORPVS INSCRIPTIONVM LATINARVM II
    
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MARIANGELO ACCURSIO
(L'Aquila, 1489-1546)
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Mariangelo Accursio, uno de los más destacados humanistas que se ocuparon de la Epigrafía romana en la primera mitad del siglo XVI, nació en L’Aquila (Italia), en el seno de una familia de notables, en cuyo entorno recibiría su primera formación. En 1513 ya era conocido en los círculos literarios romanos, desarrollados en torno a la Curia, como compositor de piezas de teatro. Estos contactos y su estancia en la Urbe permitieron completar sus conocimientos sobre la Antigüedad Clásica, los cuales desarrollaría en el campo de la filología con la edición, años más tarde, de algunos textos antiguos inéditos, como los de Amiano Marcelino y Casiodoro. Esta formación filológica unida a la experiencia "arqueológica" que le brindaba la ciudad por la posibilidad de la autopsia directa de las piezas sirvieron de reactivo para que el joven M. Accursio tomara la iniciativa en la corrección de las colecciones manuscritas de inscripciones (syllogai), que desde hacía un siglo se habían ido constituyendo en la península itálica y que habían llegado a un punto en que adolecían de graves defectos de transmisión. La difusión de las inscripciones contenidas en estas syllogai, hasta entonces de acceso limitado a círculos muy restringidos, fue sin duda producto de la consolidación de la imprenta; en este contexto de comienzos del cinquecento hay que situar los trabajos preparatorios para la primera edición de inscripciones de la Vrbs por el editor Jacopo Mazochi que verá la luz en 1521; en ella se utilizaron textos copiados directamente de los originales pero gran parte de ellos fueron seleccionados de las syllogai del siglo anterior. De estos trabajos de compilación se hicieron cargo algunos anticuarios romanos, entre ellos Francesco Albertini, autor del Opusculum de mirabilibus novae et veteris urbis Romae (Roma 1510). Sin embargo, la empresa de Mazochi, como toda edición de inscripciones, no carecía de dificultades por la exigencia de rigurosidad y precisión en las lecturas que requería, y el estado corrupto en que se encontraban muchos textos en las syllogai. Ello, unido a las inevitables erratas tipográficas, obligaron a incluir al final de la obra unas enmendaciones que, según todos los indicios, fueron llevadas a cabo por Mariangelo Accursio como lo sería también el opúsculo que se introdujo al comienzo de la obra, De notis Romanorum interpretandis, atribuido a un gramático del s. I M. Valerio Probo, la lista alfabética de abreviaturas más difundida entre los humanistas para salvar la dificultad añadida que suponía la comprensión de las abreviaturas en los textos epigráficos. Para las enmendaciones Accursio tuvo que revisar en muchas ocasiones los originales y, al tiempo que se ocupaba de revisar éstos, no descuidó la copia de otras inscripciones que no se habían incluido en la obra de Mazochi. Así fue constituyendo una colección propia de apuntes (schedae) con textos epigráficos que, según parece, tenía como fin ser un suplemento al libro de Mazochi.                

Pero la contribución de Accursio a la Epigrafía no se limitó a la ciudad de Roma. Su entrada al servicio de los marqueses de Brandeburgo, Juan Alberto y Gumberto, de la casa de Hohenzollern, que habían acudido a Roma a completar su formación, le brindó la oportunidad de viajar por gran parte de Europa y aumentar su colección de schedae con inscripciones de otras zonas del Imperio Romano, entre ellas de Hispania. Los lugares de España y Portugal que recorrió entre 1525 y 1529 coinciden con los movimientos de la corte de Carlos V, de la que formaban parte sus patronos, y son las zonas donde se desarrollaban los acontecimientos políticos más significativos de la época: desde la elección en Toledo en 1525 de Isabel de Portugal como esposa del futuro emperador hasta el embarque en el puerto de Barcelona, en 1529, hacia Génova para la coronación de Carlos V en Bolonia.

La pericia y la escrupulosidad de Accursio se hace patente en la copia de los textos de las inscripciones de los lugares que describe: en sus schedae indica, normalmente, el tipo de soporte y el material; a veces las medidas de las letras; la situación concreta de las piezas. Sus transcripciones mantienen la división de líneas de los originales, y copia exactamente lo que lee, sea o no inteligible. Sus lecturas demuestran su buen ojo, su experiencia en la autopsia de epígrafes y sus conocimientos de la lengua latina. En contadas ocasiones los textos le fueron comunicados por terceras personas, pero entonces indica el nombre de su fuente. Mientras que los dibujos de epígrafes son escasos, no faltan bocetos de los monumentos antiguos que a lo largo de su viaje pudo contemplar. Sus diseños no siempre van al detalle, pero, en general, muestran correctamente las líneas esenciales de los edificios, aunque sí son muy valiosas las descripciones, cuando las hay, que los acompañan. Su importancia radica, sobre todo, en que son los primeros documentos gráficos de los monumentos romanos que estaban en pie en el siglo XVI. Así, el arco de Bará (Tarragona), el monumento de los Sergii en Sagunto (Valencia), el arco de Cápara (Cáceres), el arco de Medinaceli (Soria).

Por lo que respecta a la epigrafía complutense, Accursio llegó a Madrid en el año 1528 donde sin embargo encontraría muy pocos epígrafes y ninguno de ellos completo: in Maioreto p(rae)ter fragmenta quaedam nihil i(n)venimus. Las tres inscripciones que describe, todas funerarias, estaban reutilizadas en distintos edificios: una, situada en una esquina de la iglesia que precedió a la actual catedral de la Almudena (CIL II 3055); otra estaba en una esquina de la casa de Pedro Lasso de la Vega (CIL II 3058), palacio que se levantaba junto a la iglesia de San Andrés y, la tercera en la muralla entre el alcázar y la puerta de Alvega (CIL II 3054) o de la Vega, que comunicaba la Almudayna con el exterior. De Madrid partió hacia Valencia tomando el camino hacia Alcalá -donde por cierto no debió detenerse pues no transmite ni un sólo epígrafe de la ciudad- y describió una inscripción en Torrejón de Ardoz (CIL II 3065). Entre Alcalá y Guadalajara, en la Venta de San Juan, situada a la altura de Meco, copiaría otra consagrada a Diana (CIL II 3025) antes de tomar la ruta hacia Valencia a través de la provincia de Cuenca. Aunque las inscripciones son la parte más importante del relato, Accursio también señala otras curiosidades y anécdotas que encuentra a su paso como el proverbio que anota sobre Madrid: labitur haud procul fluviolus Guadarrama (nombre que se daba confusamente al Manzanares), qui cum estate fere nullus fluat et carnes estate deteriores habeantur nec incolis deest opinio nobilitatis sibique ipsis plus fortasse iactant q(uam) oportet. Proverbium vulgo iactatur:

«Agua de invierno
Carne de verano
Loccura d(e) todo el año»

Pocos años después de su viaje hispano, hacia la década de los 30, Accursio se instalará en otra de las ciudades europeas focalizadoras del humanismo, Augsburgo. Gracias al mecenazgo de los Fugger (o Fúcares como se les llamaba en España), banqueros del emperador, la ciudad atrae a un círculo de humanistas que impulsan investigaciones y ediciones relativas a la Antigüedad Clásica y entre ellas no faltan los textos epigráficos. Si hacía poco más de una década en Roma se había estampado la primera colección de inscripciones de la ciudad, la empresa que se emprende, en el círculo de los Fugger, es más ambiciosa, una colección de textos epigráficos del mundo antiguo concebida para conmemorar el imperio de Carlos V. Dedicada a Raimundo Fugger, la obra compilada por Pedro Apiano y Bartolomé Amancio, Inscriptiones sacrosanctae vetustatis, non illae quidem romanae, sed totius fere orbis, se publicó en Ingolstadt en 1534, cuando Accursio ya había regresado a su ciudad natal L’Aquila. Pero por las mismas razones que la de Mazochi, esta edición adolecía de graves defectos. Accursio, con su gran experiencia y con todos los materiales recogidos en sus schedae, era el más indicado, si se proyectaba una nueva edición corregida y aumentada, para la revisión crítica de la misma. Aunque no hay documentos que confirmen este proyecto, las anotaciones y los índices, de su mano, en un ejemplar de la obra -hoy desaparecido-, hicieron sospechar a Th. Mommsen que Accursio preparaba una nueva edición probablemente dedicada a Antonio Fugger.

Tanto la descripción de los viajes como los apuntes y notas de Accursio se conservan en varios manuscritos de la Biblioteca Ambrosiana (Milán), si bien no todos son autógrafos. Sus schedae ya fueron utilizadas por L. A. Muratori en su tesauro de inscripciones, pero fueron los trabajos relativos a la edición del Corpus Inscriptionum Latinarum, los que posibilitaron, tras el expurgo de los materiales, un mejor conocimiento y un estudio exhaustivo de los mismos, sobre todo por parte de W. Henzen, E. Hübner y Th. Mommsen en el siglo XIX, pero, a pesar de ello y como M. Mayer afirma, "los manuscritos de Accursio siguen siendo una fuente inexplotada de noticias" (Epigrafía Hispánica y transmisión literaria con especial atención a la manuscrita, Épigraphie Hispanique, Paris 1984, 50 nota 28), una cantera de datos cuyo análisis todavía produce al investigador en epigrafía gratas sorpresas.

 
 
Inscripciones
(CILII 3055) (CILII 3058) (CILII 3054)
 
retrato
Raimundo Fugger
BIBLIOGRAFÍA:E. Hübner, CIL II p. VII. 9. – W. Henzen, Über die stadtrömischen Inschriftensammlungen aus der Epoche nach Cyriacus bis auf Jac. Mazochi, [en]: Monatsberichte der Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften zu Berlin aus dem Jahre 1868, Berlin 1869, 369-408 [especialmente 406-408]. – A. Campana, s. v. Accursio (Accorso), Mariangelo, [en]: Dizionario Biografico degli Italiani, Roma 1960 (t. 2), 126-132. – G. Fabre, Accursius, Hübner et l’ épigraphie de Conimbriga, [en]: Épigraphie Hispanique. Problèmes de méthode et d’ édition (Table Ronde Internationale, Bordeaux 1981) Paris 1984, 61-67. – X. Dupré i Raventós, Mariangelo Accursio. Un humanista italià a la Catalunya de principis del segle XVI, Miscel.lània Arqueològica a Josep M. Recasens, Tarragona 1992, 45-56.
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