Mariangelo
Accursio, uno de los más destacados humanistas que se ocuparon de la Epigrafía romana en
la primera mitad del siglo XVI, nació en LAquila (Italia), en el seno de una
familia de notables, en cuyo entorno recibiría su primera formación. En 1513 ya era
conocido en los círculos literarios romanos, desarrollados en torno a la Curia, como
compositor de piezas de teatro. Estos contactos y su estancia en la Urbe permitieron
completar sus conocimientos sobre la Antigüedad Clásica, los cuales desarrollaría en el
campo de la filología con la edición, años más tarde, de algunos textos antiguos
inéditos, como los de Amiano Marcelino y Casiodoro. Esta formación filológica unida a
la experiencia "arqueológica" que le brindaba la ciudad por la posibilidad de
la autopsia directa de las piezas sirvieron de reactivo para que el joven M. Accursio
tomara la iniciativa en la corrección de las colecciones manuscritas de inscripciones (syllogai),
que desde hacía un siglo se habían ido constituyendo en la península itálica y que
habían llegado a un punto en que adolecían de graves defectos de transmisión. La
difusión de las inscripciones contenidas en estas syllogai, hasta entonces de
acceso limitado a círculos muy restringidos, fue sin duda producto de la consolidación
de la imprenta; en este contexto de comienzos del cinquecento hay que situar los trabajos
preparatorios para la primera edición de inscripciones de la Vrbs por el editor
Jacopo Mazochi que verá la luz en 1521; en ella se utilizaron textos copiados
directamente de los originales pero gran parte de ellos fueron seleccionados de las syllogai del siglo anterior. De estos trabajos de compilación se hicieron cargo algunos
anticuarios romanos, entre ellos Francesco Albertini, autor del Opusculum de
mirabilibus novae et veteris urbis Romae (Roma 1510). Sin embargo, la empresa de
Mazochi, como toda edición de inscripciones, no carecía de dificultades por la exigencia
de rigurosidad y precisión en las lecturas que requería, y el estado corrupto en que se
encontraban muchos textos en las syllogai. Ello, unido a las inevitables erratas
tipográficas, obligaron a incluir al final de la obra unas enmendaciones que, según
todos los indicios, fueron llevadas a cabo por Mariangelo Accursio como lo sería también
el opúsculo que se introdujo al comienzo de la obra, De notis Romanorum interpretandis,
atribuido a un gramático del s. I M. Valerio Probo, la lista alfabética de abreviaturas
más difundida entre los humanistas para salvar la dificultad añadida que suponía la
comprensión de las abreviaturas en los textos epigráficos. Para las enmendaciones
Accursio tuvo que revisar en muchas ocasiones los originales y, al tiempo que se ocupaba
de revisar éstos, no descuidó la copia de otras inscripciones que no se habían incluido
en la obra de Mazochi. Así fue constituyendo una colección propia de apuntes (schedae)
con textos epigráficos que, según parece, tenía como fin ser un suplemento al libro de
Mazochi.
Pero
la contribución de Accursio a la Epigrafía no se limitó a la ciudad de Roma. Su entrada
al servicio de los marqueses de Brandeburgo, Juan Alberto y Gumberto, de la casa de
Hohenzollern, que habían acudido a Roma a completar su formación, le brindó la
oportunidad de viajar por gran parte de Europa y aumentar su colección de schedae con inscripciones de otras zonas del Imperio Romano, entre ellas de Hispania. Los lugares
de España y Portugal que recorrió entre 1525 y 1529 coinciden con los movimientos de la
corte de Carlos V, de la que formaban parte sus patronos, y son las zonas donde se
desarrollaban los acontecimientos políticos más significativos de la época: desde la
elección en Toledo en 1525 de Isabel de Portugal como esposa del futuro emperador hasta
el embarque en el puerto de Barcelona, en 1529, hacia Génova para la coronación de
Carlos V en Bolonia.
La
pericia y la escrupulosidad de Accursio se hace patente en la copia de los textos de las
inscripciones de los lugares que describe: en sus schedae indica, normalmente, el
tipo de soporte y el material; a veces las medidas de las letras; la situación concreta
de las piezas. Sus transcripciones mantienen la división de líneas de los originales, y
copia exactamente lo que lee, sea o no inteligible. Sus lecturas demuestran su buen ojo,
su experiencia en la autopsia de epígrafes y sus conocimientos de la lengua latina. En
contadas ocasiones los textos le fueron comunicados por terceras personas, pero entonces
indica el nombre de su fuente. Mientras que los dibujos de epígrafes son escasos, no
faltan bocetos de los monumentos antiguos que a lo largo de su viaje pudo contemplar. Sus
diseños no siempre van al detalle, pero, en general, muestran correctamente las líneas
esenciales de los edificios, aunque sí son muy valiosas las descripciones, cuando las
hay, que los acompañan. Su importancia radica, sobre todo, en que son los primeros
documentos gráficos de los monumentos romanos que estaban en pie en el siglo XVI. Así,
el arco de Bará (Tarragona), el monumento de los Sergii en Sagunto (Valencia), el arco de
Cápara (Cáceres), el arco de Medinaceli (Soria).
Por
lo que respecta a la epigrafía complutense, Accursio llegó a Madrid en el año 1528
donde sin embargo encontraría muy pocos epígrafes y ninguno de ellos completo: in
Maioreto p(rae)ter fragmenta quaedam nihil i(n)venimus. Las tres inscripciones que
describe, todas funerarias, estaban reutilizadas en distintos edificios: una, situada en
una esquina de la iglesia que precedió a la actual catedral de la Almudena (CIL II 3055); otra
estaba en una esquina de la casa de Pedro Lasso de la Vega (CIL II 3058), palacio que se levantaba
junto a la iglesia de San Andrés y, la tercera en la muralla entre el alcázar y la
puerta de Alvega (CIL II
3054) o de la Vega, que comunicaba la Almudayna con el exterior. De Madrid
partió hacia Valencia tomando el camino hacia Alcalá -donde por cierto no debió
detenerse pues no transmite ni un sólo epígrafe de la ciudad- y describió una
inscripción en Torrejón de Ardoz (CIL II 3065). Entre Alcalá y
Guadalajara, en la Venta de San Juan, situada a la altura de Meco, copiaría otra
consagrada a Diana (CIL II
3025) antes de tomar la ruta hacia Valencia a través de la provincia de
Cuenca. Aunque las inscripciones son la parte más importante del relato, Accursio
también señala otras curiosidades y anécdotas que encuentra a su paso como el proverbio
que anota sobre Madrid: labitur haud procul fluviolus Guadarrama (nombre que se
daba confusamente al Manzanares), qui cum estate fere nullus fluat et carnes estate
deteriores habeantur nec incolis deest opinio nobilitatis sibique ipsis plus fortasse
iactant q(uam) oportet. Proverbium vulgo iactatur:
«Agua de invierno
Carne de verano
Loccura d(e) todo el año»
Pocos
años después de su viaje hispano, hacia la década de los 30, Accursio se instalará en
otra de las ciudades europeas focalizadoras del humanismo, Augsburgo. Gracias al mecenazgo
de los Fugger (o Fúcares como se les llamaba en España), banqueros del emperador, la
ciudad atrae a un círculo de humanistas que impulsan investigaciones y ediciones
relativas a la Antigüedad Clásica y entre ellas no faltan los textos epigráficos. Si
hacía poco más de una década en Roma se había estampado la primera colección de
inscripciones de la ciudad, la empresa que se emprende, en el círculo de los Fugger, es
más ambiciosa, una colección de textos epigráficos del mundo antiguo concebida para
conmemorar el imperio de Carlos V. Dedicada a Raimundo Fugger, la obra compilada por Pedro
Apiano y Bartolomé Amancio, Inscriptiones sacrosanctae vetustatis, non illae quidem
romanae, sed totius fere orbis, se publicó en Ingolstadt en 1534, cuando Accursio ya
había regresado a su ciudad natal LAquila. Pero por las mismas razones que la de
Mazochi, esta edición adolecía de graves defectos. Accursio, con su gran experiencia y
con todos los materiales recogidos en sus schedae, era el más indicado, si se
proyectaba una nueva edición corregida y aumentada, para la revisión crítica de la
misma. Aunque no hay documentos que confirmen este proyecto, las anotaciones y los
índices, de su mano, en un ejemplar de la obra -hoy desaparecido-, hicieron sospechar a
Th. Mommsen que Accursio preparaba una nueva edición probablemente dedicada a Antonio
Fugger.
Tanto
la descripción de los viajes como los apuntes y notas de Accursio se conservan en varios
manuscritos de la Biblioteca Ambrosiana (Milán), si bien no todos son autógrafos. Sus schedae ya fueron utilizadas por L. A. Muratori en su tesauro de inscripciones, pero fueron los
trabajos relativos a la edición del Corpus Inscriptionum Latinarum, los que
posibilitaron, tras el expurgo de los materiales, un mejor conocimiento y un estudio
exhaustivo de los mismos, sobre todo por parte de W. Henzen, E. Hübner y Th. Mommsen en
el siglo XIX, pero, a pesar de ello y como M. Mayer afirma, "los manuscritos de
Accursio siguen siendo una fuente inexplotada de noticias" (Epigrafía Hispánica y
transmisión literaria con especial atención a la manuscrita, Épigraphie Hispanique,
Paris 1984, 50 nota 28), una cantera de datos cuyo análisis todavía produce al
investigador en epigrafía gratas sorpresas.
© H. Gimeno Pascual |
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